viernes, 16 de octubre de 2015

+ Habitaciones vacías +

Poco a poco vamos entrando en el otoño. Aquí, en Mallorca, a veces el clima amable permite bañarse en el mar hasta noviembre, pero este año no será así. Los hoteles suelen aguantar hasta “todos los santos” para cerrar. Nosotros el año pasado aprovechamos la fiesta para escaparnos a cala d’Or. Nos hospedamos en un apartamento y, ciertamente, el complejo hotelero estaba hasta la bandera. Un camarero nos comentó que al día siguiente, el dos de noviembre, se cerraba el establecimiento y no iba a quedar ya ni una sola habitación con clientes. ¡Qué cambio! Porque el restaurante estaba todavía abarrotado, los ascensores siempre solicitados, no había hamacas libres en la piscina… Y me imaginé la nueva jornada con esos espacios vacíos, ese silencio que lo invadiría todo, como si de repente el edificio muriera o más bien quedara en letargo. Las voces se perderían poco a poco como los ecos de una radio y dejarían paso a los diálogos de los fantasmas, que camparían a sus anchas en la oscuridad de los espacios abandonados.

Hablando de baños y vacaciones, traigo a colación las pinturas de Lisa Wright. Esta autora londinense estudió en la “Royal Academy Schools” de la City y ha sido merecedora de numerosos premios de prestigio dentro del mundo del arte británico. Wright retrata siempre a la infancia en distintas situaciones (lisawrightartist.co.uk). Las imágenes que adjunto son todo escenas de playa. En ellas los chavales nadan, hablan o se observan. Me gusta tanto su paleta de color, cálida pero contenida, como sus silencios. Porque las figuras conviven en grandes espacios de tonos matizados y veladuras, donde el sosiego es el gran protagonista. Por eso extrañan estas obras. Y más a nosotros, que somos ciudadanos de la playa, la costa es nuestra patria. Sabemos lo concurrida que está la orilla con el buen tiempo, y cuán ruidosos son los niños estando juntos. Pero Wright habla desde otro entorno, donde vive: Cornualles. Si veis el video de su estudio podéis comprender el abismo que separa esa campiña deshabitada y silenciosa de las abarrotadas playas de nuestra tierra. A mi los cuadros de Wright me recuerdan al hotel de Cala d’Or el dos de noviembre, o el tres, o el cuatro… Ausencia, olvido. Sus niños más bien son espectros, recorriendo los pasillos del edificio en busca de la compañía de los habitantes transeúntes, esos que ya se fueron.








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