viernes, 29 de enero de 2016

+ Rostros +

Dicen que la cara es el espejo del alma. Será tal vez por esa propiedad de expresar nuestra intimidad y carácter, o simplemente porque es nuestro escaparate frente al mundo, los rostros siempre han cautivado a los artistas. A veces es importante poder reconocer quién es el retratado. Para Francoise Nielly (www.francoise-nielly.com) no es el caso. Esta pintora francesa nos cuenta que evita este tipo de cuadros. Es cierto que le han pedido más de una vez un encargo particular, pero ella habitualmente lo rehusa, a no ser que se sienta realmente cautivada por la faz del cliente. Y seguro que más de una oferta habrá tenido pues ha expuesto en galerías de todo el mundo: Lyon, Cannes, Estrasburgo, Toulusse, París, Singapur, Barcelona, Moscú… Sus rostros multicolores han viajado mucho. Oriunda de Marsella, estudió Bellas Artes y después trabajó durante más de quince años como fotógrafa e ilustradora en importantes agencias del ramo de la publicidad. No se si su trabajo bebe más de ese mundo o del street art. Lo cierto es que la primera vez que vi sus cuadros estaba convencido que se habían elaborado mediante ordenador. Tuve que repasar un video suyo para convencerme de que los semblantes eran fruto de la mano, no de la informática

https://www.youtube.com/watch?v=6hT_l3XyKo8

¡Y qué seguridad! Sus trazos están realizados con espátula y colores planos, aplicados con una decisión tal que a distancia los confundes con un montaje de photoshop. También contribuye a este efecto el hecho de que ella misma se fabrique sus colores, a menudo utilizando tonos fluorescentes. Sus caras están llenas de vida, pero vida artificial; con esas miradas entre provocativas y distantes, sensuales, que parecen insinuarse al espectador. Ciertamente, esos colores sólidos y la utilización del primer plano casi como recurso permanente nos transportan a un mundo extraño. Más bien una experiencia similar a la que parecen tener muchos jóvenes de hoy, moviéndose en una pista de baile, el ritmo atronador en sus oídos, después de haber consumido algunas sustancias estimulantes…









- Semana 19 - Amalia


- Semana 19 - Ana


- Semana 19 - Ángel


- Semana 19 - Ángeles


- Semana 19 - Anne-Sofie


- Semana 19 - Cati


- Semana 19 - Bárbara


- Semana 19 - Coloma


- Semana 19 - Elena


- Semana 19 - Eva G.


- Semana 19 - Eva P.


- Semana 19 - Flor


- Semana 19 - Geni


- Semana 19 - Llorenç


- Semana 19 - Maike


- Semana 19 - Mercè A.


- Semana 19 - Natalia


- Semana 19 - Pía


- Semana 19 - Pilar


- Semana 19 - Sebastiana


- Semana 19 - Titi


viernes, 22 de enero de 2016

+ Un libro por un cuadro +

Cada uno tiene sus vicios. Para mi son los libros, pero me estoy quitando. Porque los compro no por sus textos, el mío es un vicio de pintor, sino por sus reproducciones. Cuando adquiero el catálogo de una exposición es como si me llevara todos los cuadros a casa. Los puedo mirar una y otra vez, recordar detalles, refrescar la memoria de los colores y las composiciones. También compro catálogos de exposiciones que no he visto. La experiencia es más pobre, pues la foto se come los matices y las texturas. Es como ir a un restaurante de comida rápida. Pero quién no visita uno de vez en cuando, para saciar el apetito. Cuando vivía en Madrid fui reuniendo una colección de libros de arte y pesan mucho todos juntos. Lo sé por la mudanza.

Luego están los libros que compras al ir de viaje. Éstos son los peores, porque los paseas de un lado para otro y luego en la maleta. Son tentaciones de las que hay que huir, pero a veces no puedes esquivarlas. Incluso alguna vez llega el capricho máximo, el de comprar un libro por un cuadro. Ves una imagen y quieres recordarla, atesorarla sobre el papel, porque te sugiere algo especial, aunque seguramente a otro no le diga nada. Es el caso de este catálogo de Jozsef Bartl, artista húngaro poco conocido, que compré en Budapest. Bartl nació el 1932 en Soroksár, su padre trabajaba como sastre y trompetista y su madre era tejedora. Estudió en la Academia de Bellas Artes y en otros talleres de destacados maestros. Trabajó en la ciudad de Szentendre, donde se reunieron los más reconocidos pintores de la época en una creativa comunidad artística. En 1994 recibió la Cruz de Oro al mérito de la República Húngara.

La mayoría de sus trabajos son composiciones cuasi-geométricas, de vivos colores, donde cuadrados, círculos y rombos se combinan como piezas de un ajedrez juguetón. Sin embargo, al principio era un pintor figurativo. La paleta de color era la misma, los temas y el concepto, distintos. En el catálogo podías contemplar sus paisajes y retratos primitivos y la geometría posterior. Y en medio de ambos trabajos, el cuadro de una trompeta que entonaba la transición. El fondo era un puro juego abstracto de lineas, la figura un instrumento claramente reconocible, y qué bien combinados estaban ambos. Ese es el reto para muchos de nosotros, llegar a esa figuración sugerida, a ese abstracto con contenido, a ese juego de realidad y ficción tan fecundo. Y ese cuadro bisagra me cautivó. Tal vez me recordara la trompeta que había en la mesa de bodegones de la facultad y que tantas veces tuve que pintar, aunque nunca con igual sencillez y chispa. Y me compré el libro. Y lo paseé todo el viaje, pero sin remordimiento, que los caprichos hay que disfrutarlos.






+ En Moviment +

El próximo jueves 28 de enero se inaugura en la galería "Art Mallorca" de la calle Missió 26 la exposición "En Moviment", a partir de las 19,30 h. En ella participa Tutes, compañera nuestra en el taller. Todos estáis invitados.



- Semana 18 - Clara


- Semana 18 - Elena


- Semana 18 - Eva G.


- Semana 18 - Joana


- Semana 18 - Maike


- Semana 18 - Maria Antònia


- Semana 18 - Mercè A.


- Semana 18 - Pía


- Semana 18 - Sebastiana


- Semana 18 - Titi


- Semana 18 - Anne-Sofie


- Semana 18 - Carmen


viernes, 15 de enero de 2016

+ Entrañas de metal +

Estuve hace poco en Estellencs como final de una larga excursión de sube y baja, que había empezado en Esporles. Allí, a la entrada del pueblo, te da la bienvenida la escultura de un mulo de metal. Hecho de piezas ensambladas, una placa que tiene a su vera nos indica que el artífice es Mariano Navares, y ha utilizado para dar vida a su obra los restos inertes de una grúa abandonada. El hierro se ha oxidado con el paso de los años hasta adquirir el tinte pardo propio de estos pollinos. Su postura es dubitativa, nos mira con la cabeza ladeada y no se decide a iniciar el paso. Tal vez ya ha visto todo lo que necesitaba para alcanzar la sabiduría y ahora se limita a contemplar la vida pasando ante su presencia. Sus tornillos, muelles y ruedas dentadas desprenden franqueza. Él no teme mostrarnos sus entrañas, donde los sólidos engranajes digieren bien el aire de la sierra, su único alimento. La cola cuelga lacia pues no hay moscas que molesten, estos insectos no aman tanto el hierro como el pelo. Su cabellera tiesa demuestra sorpresa por la maña de su hacedor, que con tanta gracia ha desbaratado un artilugio para dar vida a nuestro jumento.

Los ojos fijos en nuestra estampa nos retan a aminorar el paso, a caminar despacio. Cansado está de ver pasar los vehículos a toda velocidad al salir del pueblo. Y a los vecinos correr apurados por sus congojas. O a los excursionistas llegar derrotados por el cansancio sin haber silenciado sus locuras. Él no, él deja que el sol siga su camino, la brisa refresque sus tuercas, la lluvia abrillante su metálica silueta. Porque su sabiduría, la del que ve pasar la vida por delante sin preocuparse, nos supera.







- Semana 17 - Flor


- Semana 17 - Joana