viernes, 17 de noviembre de 2017

+ Qué detalle +


Otra de las exposiciones que visité, en el viaje que realicé recientemente a Barcelona, fue la de la Fundació Antoni Tàpies. Me sorprendió el hecho de que no tuvieran un fondo permanente del artista, aunque en la ciudad condal pueden verse grandes lienzos suyos en el MNAC. Mostraban dos exposiciones temporales: unas piezas tipo “ready made” de Tàpies compartían las salas con las instantáneas de una reconocida artista del fotoperiodismo.

La verdad es que los objetos del genio catalán acusaban mucho el paso del tiempo. No tanto por el polvo que habían ido acumulando, que era mucho, como por la decrepitud de los materiales. Todo envejece, pero como los objetos que usó ya eran viejos en su momento, habían adquirido un aspecto casi escatológico. La pila de platos blancos de loza era casi lo único que permanecía impertérrito ante el cambio de milenio, pues no es casualidad que la mayoría de restos arqueológicos del pasado sean de cerámica, tan frágil y tan resistente a la vez.

A pesar de todo este deterioro, los detalles seguían conservando la energía con la que fueron creados. Encontré que todos los cacharros y los lienzos estaban llenos de pequeños tesoros, de maravillas esparcidas al azar aquí y allá. Y esto es lo que os muestro, recortes que me enamoraron, bocados de arte sobreviviendo a la decadencia.









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