viernes, 9 de marzo de 2018

+ Muros mosaico +


La semana pasada asistí a un concierto de violín y piano en el café "Club Pollença". Un lugar bien conocido por mi, pues desde niño veraneábamos por aquellos lares. Aun así, cada vez que entro me sorprendo por las pinturas que cuelgan de sus paredes. Todas de gran calidad, Pollença siempre ha sido patria de buenos artistas, ambientan las largas veladas que mantienen sus contertulios dentro del local, ahora en invierno. Cuando llega el calor, la terraza le gana terreno al salón, y la compañía de las pinturas se trueca en la vista de los innumerables paseantes que llegan a la plaza. Dentro, los cuadros son de todo tipo, grandes, enormes, pequeños, figurativos, abstractos, coloristas, sosegados, paisajes, figuras, simbólicos, prosaicos… Cuánta vida en la pared, qué sabroso se vuelve el café en semejante compañía.

Al entrar en el local y volver a repasar toda su exposición recordé el viaje que hice este verano a Ibiza. Allí nos alojamos en un hotel recién renovado. Impolutamente blanco, este era el único color del edificio por fuera y por dentro. Las paredes de la habitación eran blancas, así como el cubrecama, pero también la mesa, las mesitas, la butaca de polipiel blanca y las lámparas con pantallas blancas. Sobre el muro colgaba una televisión que no era blanca porque no creo que las vendan de este color, y una madera blanca un poco separada del tabique, que tenía un led interior para formar una luz indirecta blanca (este era el único motivo decorativo del dormitorio) ¿Cuadros? No había ninguno. En la recepción del hotel lucía una enorme foto retroiluminada de Ibiza, y nada más. Rodeado de tanta blancura no podía más que buscar el azul del cielo y el verde de las palmeras, que asomaban por la ventana, para tranquilizarme. ¿Qué moda es esta que ha desterrado los cuadros de las paredes? ¡Y los colores!

Sé que nuestros abuelos vivían en casas llenas de cachibaches y que esto no es “cool”; ahora hay que buscar la sencillez, lo esencial ¿Pero incluso a costa de nuestra memoria? El concierto al que asistí en el Club Pollença se titulaba “músicas del mundo” y cada melodía nos invitaba a viajar en el espacio (Grecia, Rumania, Polonia, Argentina…) y también en el tiempo (al barroco, la edad media, el siglo XIX). Pensé entonces que los muros del local hacían el mismo recorrido. Viajaban al pasado, a diferentes épocas, y con artistas de diferentes orígenes.

Hoy en día, para evitar que las casas se atiborren de cuadros, muchos decoradores eligen un muro sobre el que concentrar todas las obras, y dejan las demás paredes casi desiertas. Es un muro mosaico. En ellos se recoge la memoria del que habita esa casa, su pasado, un recorrido en el tiempo (el retrato de la abuela, el que nos dejó del tío de Argentina, el que nos regalaron en la boda…) y en el espacio (el cuadro que compramos en Cuba, el de Málaga en aquella galería tan chiquita, el paisaje indio del mercadillo de Ibiza, la litografía comprada en la feria de Amsterdam…). Los cuadros son tesoros de nuestra memoria.

En la foto, el muro mosaico de la ilustradora @paulabonet, que ha colgado en su página de instagram.



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