viernes, 4 de mayo de 2018

+ Gerreta felanitxera +








Recientemente asistí en Felanitx a la inauguración de una exposición sobre la “gerreta felanitxera”. Se trata de una pieza de cerámica que, tomando como punto de partida la jarra tradicional de barro cocido, la convirtió en un objeto de decoración, aunque el origen sigue siendo oscuro… ¿En qué taller alfarero apareció por primera vez esta jarra de filigrana? ¿Por qué se comenzaron a producir este tipo de piezas?¿Con qué utilidad, si están agujereadas? Efectivamente, estas jarras de barro no sirven para su propósito tradicional, que es almacenar el agua y mantenerla fresca y potable. Están abundantemente adornadas con motivos típicos de la zona, como son flores, palomas, conchas marinas, y también perforadas según patrones geométricos. Pero la jarra de Felanitx sigue manteniendo su aspecto de barro cocido sin esmalte, cosa muy extraña porque es una apariencia muy rústica y áspera. Parece que una vez hecha la transición del servicio a la decoración, la protección de un esmalte le hubiera dado un aspecto mucho más elegante, con una superficie pulida y brillante, e incluso podría haber sido colorida, al igual que las baldosas que se producían en estos talleres. Pero no, las jarritas siguieron con su apariencia humilde y tosca de barro sin barnizar, una aparente contradicción entre su finalidad únicamente estética y su aspecto basto, ¿por qué?

Yo tengo mi teoría de ignorante atrevido que soy, para explicarlo. Después de repasar las vitrinas con esas extraordinarias piezas, comprendí que reflejaban la esencia del carácter mallorquín. Sí, así es la gente de esta tierra. Por un lado, una riqueza exuberante, sobre todo paisajística, pero también gastronómica, lingüística, literaria, artística, musical, económica, etc. Y por otro, una clara conciencia de lo efímero de todo. Esta interiorización del “tempus fugit, vita brevis”, hizo que aquí, en estas islas, se huyera de cualquier tipo de ostentación, de fútil vanidad. Basta pasear por las calles y ver las fachadas de las casas y de las iglesias: sobriedad, contención, mesura. La búsqueda de lo exclusivo y aparatoso, que marca habitualmente la diferencia de estatus entre los hombres, es un empeño estúpido en estos lares. Lo más ordinario y humilde es muy valioso si ha sido juiciosamente trabajado. El burdo y abundante barro no es menos valioso que el brillante y escaso oro, a los ojos del sabio lugareño. Seguramente este temperamento se perdió en la vorágine del siglo XX, pero el conocimiento de lo efímero es inseparable de la conciencia de que todo cambia, hasta las costumbres. Así que también el carácter de esta tierra cambia, y cada uno cambia cada día, y lo que deseó ayer, tal vez ya no lo querrá mañana.

Actualmente siguen siendo estas islas hogar de reconocidos alfareros. Por eso fue un gran acierto de los organizadores de la exposición solicitar a algunos de ellos una actualización de la “gerreta felanitxera”; hacer propio su carácter y a la vez renovarlo y traerlo a nuestro tiempo. Os muestro algunas de estas reinterpretaciones, que por orden de aparición pertenecen a: Jaume Roig, Mercè Alabern, Matilde Blanch, Margalida Escalas, Stanislas Carrelet y Miquel Barceló.








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