viernes, 21 de junio de 2019

+ Aguadas sobre lino +


Siguiendo el rastro de unas estupendas acuarelas en la red, acabé visitando la página de la autora, Marta Spendowska (verymarta.com). Allí leí que es polaca, nacionalizada americana, donde reside. Es una artista multidisciplinar, que se inició en este mundo a través de la ilustración, aunque uno de los ámbitos que más ha desarrollado ha sido la acuarela. De hecho, es miembro de un montón de asociaciones de acuarelistas: NHAA, NEWS, CMCA, NWS, AWS (si os interesa conocer el significado de las siglas, basta que acudáis a su web). Spendowska tiene un don para las aguadas. Utiliza acuarela y tinta líquidas que permiten espectaculares efectos de color y transparencia. Partiendo de motivos naturales, como son hojas y flores, reparte los pigmentos sobre el blanco papel con una gran sabiduría, con valentía y mesura. Así sus trabajos se convierten en un gozo para la vista, son a la vez livianos y frescos. Saber combinar adecuadamente la precisión del dibujo con la libertad de la aguada es toda una ciencia.

Buceando en su portal digital, descubrí el apartado donde vende cojines estampados con sus maravillosos trabajos. Y quedé encandilado. Las almohadas se ofrecen en diversos tamaños y puede seleccionarse también el tejido (poliéster, algodón, lino). Impresos en la cara delantera y trasera, tienen una cremallera oculta para facilitar el cuidado. Llegados a este punto, recordé a los estirados catedráticos de la facultad de Bellas Artes y los imaginé rasgándose las vestiduras después de visitar esta página. Ellos, tan sabios, ni siquiera aparecían por el taller para opinar sobre las veleidades de unos alumnos que todavía creían que pintar tenía sentido ¡Herejía! hubieran gritado, al ver una obra de arte impresa sobre una almohada, suma expresión de lo práctico y decorativo; ellos, que preferían la descripción mecanografiada de una obra artística a la obra misma, realizada a mano con el sudor de la frente. Gracias a Dios, yo me crié en casa de una alfarera, que salía del taller con el brazo manchado de barro hasta el codo y más arriba. Donde desayunaba en tazas que eran obras de arte y ponía los bolígrafos en botes tan hermosos, que su valor desbancaba muchas pinturas colgadas en los museos. Ningún concepto puede competir con la materia física, real, palpable, moldeada por la sabiduría de un artista. Qué alegría poder reclinarse cómodamente sobre una pieza de arte que además es puramente estética, sin más pretensión que dar placer al ojo que conoce la dificultad de dominar el agua, esa gran caprichosa. Sí, cojines con obras maestras, aunque se rasguen las vestiduras.









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