viernes, 31 de enero de 2014

+ Carácteres estampados +

Siempre que viajo a una ciudad importante no dejo pasar la oportunidad de visitar el museo de Arte Moderno. En España tienen unas denominaciones de lo más burlescas (MNCARS de Madrid, IVAM en Valencia, MEAM de Barcelona…), y voy con la confianza de que su contenido no sea tan ridículo como sus nombres (por suerte en Palma lo bautizaron con un título tan elegante como "Es Baluard" pues antiguamente era un lugar estratégico en la defensa de la muralla de la ciudad). En Sevilla se llama CAAC y está ubicado en la antigua Cartuja.

La exposición principal en estas fiestas era una retrospectiva de la artista Sylvia Sleigh. Nacida en Gales en 1916, la primera parte de su vida transcurrió en los sombríos años entre las dos guerras mundiales. A comienzos de los 60 se trasladó a vivir a Nueva York en un momento de gran efervescencia artística y social. Vivió en la Gran Manzana hasta su muerte a los 94 años. Su marido era un conocido conservador del museo Guggenheim y ella se dedicó principalmente a retratar a su círculo de amigos y conocidos: críticos de arte, coleccionistas y artistas, vestidos o desnudos. Su obra, totalmente heterodoxa y personal, siempre fiel al realismo, chirriaba con el discurso abstracto dominante en su entorno y su visión liberal, erótica y muy femenina desafiaba la rígida postura conservadora de la época.

Elegí estos seis cuadros que os adjunto porque vi una clara relación entre ellos por parejas: dos bustos sentados, otros de primer plano y por último dos desnudos. Muchos de vosotros en el taller habéis pintado retratos e incluso os dedicáis exclusivamente a la figura humana, por eso imaginé cuán sugerente os podrían resultar las pinturas de Sleigh. Se dice que el retrato muestra el alma o el carácter del modelo, su espíritu. Viendo estas obras llegué a la conclusión de que la autora había querido contar el temperamento no sólo con la expresión de la cara, la postura de las manos o la actitud del cuerpo, sino también a través del estampado que envuelve a las figuras. Qué planteamiento tan original, contar a las personas a través de un motivo impreso.

Como por ejemplo la primera mujer, sentada en un sofá tapizado con sedas clásicas, rancias, cuando ella desearía una vida llena de color como el de su vestido. O el intelectual sosito y formal que esconde un mundo de pasión y lujuria semejante al que le envuelve. El siguiente estampado nos habla de alguien sofisticado y complejo, tan altivo que ni se digna a mirarnos. Contrasta con la joven enlutada, que quiere aparecer fría y distante pero su mente rebosa romanticismo y sensualidad. Los desnudos son irreverentes, descacharrantes. La mujer del sofá azul quiere aparentar refinamiento y alcurnia, pero todo es fachada y fingimiento. La joven rubia todavía sueña en príncipes azules y hadas madrinas. Y si Sleigh tuviera que retratarnos a nosotros, ¿qué patrón escogería? No podemos responder, pues qué poco nos conocemos a nosotros mismos y qué bien sabemos cómo son los demás.









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