viernes, 10 de enero de 2014

+ Muchos juguetes +

La navidad siempre llega cargada de regalos y hoy en día casi se resume en ellos. En una cultura como la nuestra, en que el objeto tiene prioridad sobre todo lo demás, a menudo los niños quedan abrumados y saturados de juguetes. Tanta abundancia inevitablemente lleva a que la vida útil de cada uno de ellos se reduzca drásticamente, llegando incluso a unos pocos segundos, los que se tarda en sacarlo de la caja, darle unas cuantas vueltas y dejarlo olvidado definitivamente. Somos hijos de un mundo en que el material base es el plástico, que apenas tiene valor, moldeado por máquinas que realizan complejos procesos en un abrir y cerrar de ojos, controladas por una mano de obra tirada de precio pues se sitúa en algún país del lejano Oriente. Años atrás las cosas no eran así. La materia prima era más valiosa y limitada y el proceso de producción mucho más laborioso pues era en gran parte manual.  En consecuencia los objetos eran más escasos y caros, por lo que debían durar más. Los juguetes establecían una unión afectiva con el niño que los utilizaba, ya se dice que el roce hace el cariño. De ahí que los museos del juguete tengan ese encanto mezclado con ternura que produce recordar antiguas amistades con objetos muy especiales que nacieron a lo largo de muchas horas de juegos.

En Palma, ciudad llena de rincones por descubrir, han abierto hace unos meses un museo del juguete. Y en los bajos del edificio, un bar que lo acompaña. Está decorado con los mismos objetos que pueblan las vitrinas de los pisos superiores y el ambiente que han conseguido crear no envidia para nada ninguno de los cafés undergruound de moda de París o Berlín. Si veis un euro en el suelo y pensáis que se os cayó de la cartera, no os agachéis a cogerlo, pues está pegado con adhesivo (doy fe de ello); una muestra más del ambiente divertido y juguetón del lugar.

En estos días podéis además disfrutar de una exposición de acuarelas sobre papel. No he conseguido averiguar el nombre del artista, y las fotos no tienen mucha calidad, pues aunque el bar abre también por la mañana yo fui una noche con los amigos para celebrar las fiestas y entre la poca luz y el gentío que había esto es lo que pude captar con el móvil. No es muy habitual ver dibujos a lápiz mezclados con acuarela. Son dos procedimientos que no se integran fácilmente y a menudo, hasta que no se ha borrado el lápiz del papel, la obra da sensación de suciedad. En este caso cada técnica está en su ámbito y respeta el espacio de la otra, lo que permite que dialoguen a gusto. Los retratos femeninos están llenos de sensualidad y al acompañarlos por un extraño ser coloreado adquieren un estado de ensoñación y fantasía que aumenta su carga simbólica ¡Qué sabrosa cerveza en compañía de ninfas y hadas!






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