viernes, 13 de junio de 2014

+ La calle es el museo +

Acostumbramos a ir a los museos sobre todo cuando estamos de viaje. Visitamos otro país, una ciudad desconocida, un territorio nuevo por descubrir, y estas exhibiciones son lugar obligado de parada. Largos pasillos con cuadros a cada paso. Salas bien iluminadas exhibiendo a grandes maestros según un orden cronológico preciso, señalado y anotado. A menudo deprisa y corriendo tragamos imagen tras imagen en un empacho visual que posiblemente termine en jaqueca.

Yo comparo un museo con el neceser donde mi madre guarda las joyas. Es una caja pequeña de color bermellón con muchos compartimentos. Allí se amontonan los pendientes de la pedida, los de aquel aniversario especial y los otros comprados en el viaje a Marruecos. Los anillos tienen también allí su espacio. Y los collares y pulseras en los cajoncitos inferiores. Todo apiñado porque la caja es reducida. Ella sabe lo que busca y por eso lo encuentra, nosotros sólo vemos destellos de oro y plata ¿Os imagináis que mi madre un día se pusiera encima todo lo que guarda dentro de la cajita de terciopelo? ¡Qué payasada! No, ella sabe que con el vestido gris le combinan bien los pendientes de perlas y con aquel pantalón vaquero el collar hippie y la pulsera de amatistas. Y cuando están sobre su piel o en sus manos sólo unas pocas de esas joyas, lucen como nunca lo hicieron en su cajita roja.

Los museos están llenos de tesoros pero nosotros queremos llevárnoslos puestos todos a la vez. Un disparate. Etienne Lavie también lo ha comprendido así. Esta fotógrafa ha realizado una série titulada OMG en la que con el photoshop monta obras de arte sobre soportes publicitarios para integrar cada cuadro en un entorno de París (http://etiennelavie.fr/). Muchos ven en este trabajo una crítica al abuso de los anuncios en las urbes pero yo lo leo de otro modo. La ciudad se ha vestido sus joyas pero no de golpe, sino poco a poco, para que podamos disfrutarlas. Y sus montajes son de una poesía exquisita. Cada cuadro ha encontrado su lugar adecuado e interactúa con el público que vive ahí. La imagen en que el caballero saliendo del metro gira el rostro para saborear el desnudo de la odalisca es genial. Quién pudiera sacar a los maestros de sus joyeros y contemplarlos a sorbos, allí en la propia calle, en nuestro mismo barrio.







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