viernes, 16 de enero de 2015

+ Poesías de lápiz +

No hace mucho Clara me regaló un libro especial. Se trata de "Libro de los Dibujos de Federico García Lorca". Los libros nos abren puertas. Puertas tras cuyos ubrales se encuentran habitaciones desconocidas por las que deambular. Salvador Dalí reseñaba para la exposición que realizó Lorca de sus dibujos en las Galerías Dalmau de Barcelona: "Toda esta plástica afrodisíaca y poética de los dibujos recientemente expuestos de Lorca tiene, sin embargo, para nosotros un defecto en el que es poco probable que los ampurdaneses caigan nunca: el defecto, cada día más irresistible, de la extremada exquisitez". Así es; su trazo nítido, seguro, elegante, representa motivos que adquieren de su mano un carácter simbólico a la vez que ingenuo y delicado.

Leí en el texto adjunto a las ilustraciones que a veces el literato, cuando dedicaba un ejemplar impreso de sus poemas, en vez de un escrito plasmaba un dibujo. La idea de firmar con una ilustración me encantó. Y Lorca no se moderaba, utilizando las primeras páginas en blanco, sino que tomaba la misma portada como lienzo. La tipografía pasaba a formar parte del trabajo, flirteando con la linea del artista. Y la idea debía presentarse clara en la mente del poeta, porque un dibujo mal trazado sería un libro desperdiciado. No era el caso, muy al contrario. La belleza y contención de los dibujos es extraordinaria.

Así por ejemplo, este arlequín que adorna la portada del libro "Romance de la luna, luna". Para el poeta estos rostros, mezcla de trágica alegría, simbolizaban la vida humana y la suya propia. A uno de sus amigos le regaló un dibujo de pierrot diciéndole expresamente: "te voy a dar mi autorretrato". En este concretamente, el gorro de payaso se ha convertido en capirote de mago, con un fleco en el extremo movido por el viento. El raro sombrero ocupa gran parte del libro. Sus alas enmarcan el rostro, en el que se extienden los extraños ojos, cerrados o carentes de pupilas. La gola, redonda y grande, tiene unas marcas que han sido interpretadas como lágrimas derramadas. La chaquetilla y corbata evocan gitanos plasmados por Lorca sobre otros ejemplares del mismo libro. El dibujo está lleno de fuerza simbólica y nos deja inquietos, no nos permite descansar hasta que hayamos iniciado el poema:

La luna vino a la fragua 
con su polisón de nardos. 
El niño la mira mira. 
El niño la está mirando. 

En el aire conmovido 
mueve la luna sus brazos 
y enseña, lúbrica y pura, 
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna. 
Si vinieran los gitanos, 
harían con tu corazón 
collares y anillos blancos. 




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