viernes, 12 de junio de 2015

+ Las bicis, en primavera +

Llega el buen tiempo y Mallorca se llena de flores en el campo y bicicletas en la carretera, mayormente manejadas por norteños de piel alba tornando granate. Seguramente la invasión de bicis tiene el sentido de obligarnos a ir más lentos y así poder contemplar el alegre y multicolor paisaje. Los indígenas desistimos de adelantarlas, sólo hallaremos un grupo más nutrido de ciclistas después de la pareja que invade la calzada delante de nuestro capó, y más allá un pelotón, y después… (algún cardiólogo recomienda no subir al Monasterio de Lluc en primavera, es una actividad que pone a prueba todo nuestro sistema coronario).

Aunque llevar la bicicleta delante del coche puede llegar a convertirse en una pesadilla, cuando montas en ella es puro placer. La bici permite disfrutar del paisaje en la medida perfecta; a pie vas demasiado lento para una visión amplia del territorio (a no ser que estés todo un día caminando) y la percepción se queda en el detalle, la anécdota; en coche circulas a demasiada velocidad para percibir olores y sonidos, completas el espacio pero sin saborearlo. Yendo a dos ruedas ves pasar colinas y pueblos, cañadas y puentes, pero sientes el sol en la piel, la brisa en la cara, el mirlo en el oído (también el claxon del conductor impaciente), en fin, el paisaje en toda su intensidad.

Taliah Lempert, artista visual de Brooklyn, Nueva York, seguramente suscribiría mi opinión sobre este vehículo. En su obra (www.bicyclepaintings.com) combina sus dos mayores pasiones, la pintura y la bicicleta, y lleva haciéndolo desde hace más de 20 años. Siempre pinta partiendo del objeto físico y por eso a menudo pide prestadas bicis a sus amigos y colegas, o por encargo, incluyendo bicis famosas como la de Connie Carpenter, que ganó en los juegos olímpicos de 1984. Me gusta su trabajo porque es rico en propuestas: a veces fotográfico y minucioso, otras lineal, fresco y desenfadado, a veces pop, colorista… Su amor y cariño por este objeto explica que haya podido permanecer tanto tiempo pintándolo, sin cansarse de reproducirlo. Creo que Lempert debería venir alguna primavera a Mallorca a pedalear o a pintar, da igual, pues ambas actividades pueden hacerse aquí estupendamente.










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