viernes, 18 de noviembre de 2016

+ Reciclando +

Este mes de agosto visité la iglesia de Santo Domingo, en Pollença. Actualmente se utiliza como sala de exposiciones y ese día se podía contemplar una instalación consistente en un enorme cubo de basura metálico, de la altura de una persona, tumbado en el suelo y lleno de restos electrónicos desparramados. Todo tipo de chatarra, ordenadores, teclados, impresoras, cables… Tenía un punto cómico pues los televisores incluidos en el desecho estaban en funcionamiento, emitiendo imágenes diversas. Aunque comprendo la reivindicación del artista, que se rebela contra este mundo de usar y tirar, lo cierto es que exponer basura que representa basura no es motivador. Durante el verano, en cambio, pude contemplar otras formas de utilizar los despojos.

Admiro a los creadores que son capaces de ver más allá de la inutilidad de los objetos abandonados, inservibles, y conferirles una nueva apariencia y función. Hay que estar por encima de los convencionalismos para poder dar el salto creativo. Como este  enorme pez que estaba situado junto al mar, en el pantalán de un puerto comercial. Sus vivos colores esconden que está íntegramente constituido de cacharros de plástico. La naturaleza reutiliza todo lo que crea, no desperdicia nada. Nosotros deberíamos ser capaces de hacer lo mismo.






Aún más originales son estos jóvenes practicando skateboard. Están construidos con trozos de monopatín usados. El escultor, porque no tiene otro adjetivo el artífice, ha visto más allá de una vulgar madera gastada que será desechada por vieja. No sólo ha creado un nuevo artilugio, ha devuelto su función a la pieza obsoleta, pero de forma simbólica. Así, el usuario se ha convertido en el mismo objeto, en un juego conceptual en que el atleta se funde con su deporte hasta las últimas consecuencias. Sólo con una mirada fresca, curiosa, juguetona, se puede infundir nueva vida a lo estéril.





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