viernes, 25 de enero de 2019

+ Graffitis y nieve +


Como ya os dije la semana pasada, estuve este fin de año visitando Oslo. Allí hay un montón de museos de arte estupendos: la Galería Nacional, el Museo Edward Munch, el Astrup Fearnley, el Heine Onstad Kunstsenter, el Kunstnernes Hus…

Pero la calle también es un museo de arte moderno al aire libre. Y, además, nadie te impide sacar instantáneas de las obras expuestas. Así que hice un montón de fotos mientras callejeábamos intentando esquivar las placas de hielo que nos acechaban junto a las aceras. Ha hecho muy buen tiempo últimamente allí (entre menos cinco y tres grados), así que mucha nieve se fundió y se heló de noche. Ahora hay una pista de patinaje junto a los bordillos. Dice mi amigo Robert que lo divertido viene luego, cuando vuelve a nevar. Porque entonces se cubre todo de un manto blanco y ya no se ve dónde está el hielo. Pasear por la calle se torna más emocionante; hay que ejercer de adivino.


Me gusta mucho ver la variedad de corrientes artísticas que puedes encontrar hoy en los muros de las ciudades. Hay propuestas más cercanas a la pintura y otras a la ilustración, aunque hoy ya no hay una linea que divida claramente ninguna disciplina, pues ya se encargó la modernidad de romperlas todas. Y la escultura se pinta, los lienzos se ilustran y los muros sirven para todo lo que la imaginación del ser humano, que es infinita, sea capaz de alumbrar. Os dejo con esta pequeña muestra de arte cercano, que acaba con una ironía. Sí, me refiero a la casita camuflada. Seguro que en verano, cuando los prados son muy verdes, las hojas lucen en los árboles y las flores en los parterres, este trastero de jardinero pasa completamente desapercibido con su vestido de camuflaje. Pero cuando todo es nieve y blanco, no podemos más que fijarnos en el trastero del jardinero.












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