viernes, 1 de febrero de 2019

+ Absortos por la luz +


Recientemente se ha celebrado en Amsterdam el festival anual de la luz (desde final de noviembre hasta el pasado 20 de enero) en que, aprovechando la breve duración de las jornadas invernales, muestra 30 montajes lumínicos diferentes por las calles de la ciudad. Una de las piezas más fotografiadas esta vez ha sido una sencilla escultura con poca parafernalia, de la creadora británica Gali May Lucas. Consiste en tres figuras sentadas una al lado de la otra en un banco, en unas posturas familiares para los usuarios de teléfonos móviles: cabezas inclinadas, dedos que tocan y se deslizan sobre la pantalla, caras que brillan por la luz reflejada.

La autora comenta: “Veo esta situación todos los días en los parques y en los restaurantes. En años anteriores, los trabajos en el festival han sido visualmente impresionantes pero abstractos; elegí crear algo reconocible al instante y, en realidad, bastante literal, pero extraño al mismo tiempo". Ha titulado la pieza “Absorto por la luz”, porque representa la fijación que tenemos hoy en día con la tecnología digital, y pretende comentar una realidad que se ha vuelto tan omnipresente en la vida contemporánea.

A mi modo de ver, el gran éxito de la pieza no es sólo por el realismo de las figuras, la naturalidad de las poses, el color blanco de las piezas que aumenta el efecto lumínico, la instalación en un lugar conocido, hermoso, transitado… El quid de la escultura es el hueco que hay entre la figura de la izquierda y las dos de la derecha. Es un espacio crucial, que está gritando a voces: “¡ven, siéntate, comparte esta situación alienante!”. Y claro, ante una llamada tan clara y evidente, no hay público que se resista… Y nos sacamos el selfie. Y nos reímos, sin caer en la cuenta de lo que está criticando la autora. Entramos a formar parte del juego, ignorantes de que May Lucas está haciendo evidente una adicción, nuestra adicción. La autora reivindica la importancia de mirarse a los ojos. Porque la mirada de los otros es lo que pone color a nuestra vida, y su ausencia blanquea como la lejía.







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