viernes, 22 de febrero de 2019

+ El envoltorio como motivo +


Hoy en día muchas obras de arte ya no se enmarcan, pero no podemos negar que el marco le da categoría a la pieza. He visto en numerosas ferias de arte cuadros de los grandes maestros del siglo XX, rompedores y atrevidos, ataviados con marcos enormes y recargados, y qué bien les sentaban. Porque esa adición, externa a la obra en sí, la enfatiza, destaca, saca lo mejor de ella. Hay marcos que sientan bien a nuestros trabajos, y otros que los arruinan. Saber enmarcar adecuadamente es toda una ciencia. Y al igual que ocurre con la ropa, los marcos también tienen sus modas, que van, vienen y pasan.

Darryl Cox (fusionframesnw.com) es un artista de Oregón, EE.UU., que quedó tan fascinado por el envoltorio que le dio valor de contenido. Sus marcos son verdaderas esculturas, tan sorprendentes en sí mismas, que ya no necesitan una pintura en su interior. Él los llama “marcos de fusión”, híbridos de marcos de cuadros y segmentos de árboles. Cada pieza nace con la búsqueda de un marco que coincida estrechamente con la madera que recupera en los bosques (de enebro, álamo, manzano, vid…). Le gustan los marcos únicos, con carácter, aunque unirlos con naturalidad a la madera desnuda suponga un gran reto.

Para Cox sus obras ensalzan la naturaleza y él mismo relata el placer que siente en la búsqueda por el bosque de las ramas o raíces útiles para integrarse en sus trabajos. Pero a mi estas esculturas me sugieren algo completamente diferente. Parecen más bien una expresión del alma reprimida, que lucha por abrirse paso hacia la realidad (al estilo del Dr. Jekill y Mr. Hide). Dos caras de una misma moneda: el consciente, racional estructurado, hermoso, elegante; y el inconsciente, impulsivo, pasional, imprevisible, oculto. Ambos unidos, existen como una sola realidad. Son, en fin, un retrato de nosotros mismos.










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