viernes, 4 de octubre de 2019

+ Cosas que vi este verano II +


Tal vez recordaréis que el año pasado inicié el camino del Norte hacia Santiago. Desde Irún, en la frontera con Francia, caminamos hasta Santander. Este verano retomamos el itinerario en esta ciudad y, camina caminarás, llegamos hasta Oviedo y más allá. En la ruta junto a la costa te cruzas con muchos caseríos abandonados. Casas destartaladas, calles silenciosas, la gente se marchó para no volver. En uno de esos núcleos, cerca de la playa de Vega, un apasionado del arte se dedicó a pintar un trampantojo tras otro sobre las paredes deterioradas de las viviendas. Seguro que recordáis cuando os hablaba de trampantojos (trampa para el ojo): simular una realidad tridimensional en un muro, con el máximo realismo posible, para hacer creer a nuestro ojo que eso realmente está allí.

Dos corredores porticados hablan del gran conocimiento sobre perspectiva de este artista desconocido. También hay una ventana ficticia, y un caballo asomando desde una ficticia cuadra, ecos de lo que fue pero ya no es. Incluso un viejo asoma tras los cristales de la ventana, costumbre habitual en aquellos pueblos de antaño al oír pasar a desconocidos. Un coche sale de un garaje en vez de entrar en él, sus ocupantes son un perro y un gato. Y al final, virtuosismo dentro de virtuosismo, el pintor, que sí es real, utiliza la madera de una vieja ventana para encuadrar al aguador de Velázquez, ¡como si este viviera allí!

Sorprende tanto trabajo pictórico para alagar exclusivamente la vista de los peregrinos del camino, pues ya nadie más holla aquellas calles en pendiente hacia el mar. Nuevos habitantes ficticios han hecho de ellas su hogar.








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