viernes, 1 de mayo de 2020

+ Arte para sanar +

En estos días aciagos, en que el virus ha trastocado el ritmo vital de miles de personas, he conocido la historia del MIAU, Museo Inacabado de Arte Urbano. Os la resumo, para poner una nota de ilusión entre tanto desconcierto.

La crónica se inicia en el año 2005, cuando en un remoto pueblo de la provincia de Castellón, Fanzara, se planteó la construcción de un vertedero de residuos tóxicos en las afueras de la localidad. Al ser uno más de tantos lugares de la Península en fase de despoblación, algunos residentes vieron en la propuesta una posibilidad de renacer. Otros, defensores del Paraje Natural del río Míjares, que está a su vera, se opusieron frontalmente al proyecto. La polémica fue tal que muchos aldeaños dejaron de hablarse, de saludarse, de mirarse a la cara. Al final el ecologismo se impuso, pero el pueblo quedó dividido.

Dos vecinos, Javier López y Rafa Gascó, pensaron que una forma de superar todas esas tensiones podía ser a través del arte. Desde el Consistorio y con el apoyo de gente del pueblo, celebraron el año 2014 la primera edición del MIAU. El planteamiento era muy claro: el festival debía contar con la participación de todos los vecinos, ya que serían ellos los que acogerían a los artistas y los hospedarían en sus propios hogares. A cambio, los artistas dejarían sus obras en los muros del pueblo y no pedirían una remuneración por ello. No habría gastos para el Ayuntamiento, sino un trueque, intercambio de alojamiento por trabajo.

El primer año se congregaron 21 artistas, no sólo del ámbito de la pintura, también de la música, la danza… Y los muros del pueblo fueron cambiando, y también los corazones. Desde entonces cada año, sin falta, han seguido invitando a nuevos creadores y el pueblo se ha convertido en un lugar de visita, no sólo por la belleza del río Míjares, sino para ver el arte callejero que evoluciona con cada convocatoria en sus paredes. Por eso se llama Museo Inacabado, pues anualmente crece y cambia. Hay un video muy emotivo donde se relata esta historia, que os recomiendo ver:




Os dejo más abajo algunas de las imágenes que podéis contemplar si viajáis hasta Fanzara. Estas fachadas llenas de color y atrevimiento me hacen pensar cómo puede ser sanador el trabajo de un artista. Es cierto que una parte importante del cambio de Fanzara vino de que la gente del pueblo interactuó con extraños, con personas nuevas que les hicieron olvidar sus resquemores y abrieron sus horizontes. Pero también es verdad que ver su pueblo, su casa, su hogar, renovado por las pinturas, les cambió el corazón. Nuestros cuadros transforman el alma de los que conviven con ellos. No sólo los pintamos por el placer de hacerlo, y curamos de paso nuestras heridas. También su presencia es sanadora allí donde los acogen, y darán voz a los sentimientos del que los tenga por compañía.











Este sábado vamos a poder empezar a salir al exterior, caminar, hacer deporte, aunque sea manteniendo las distancias. Poco a poco va retornando la normalidad. Por eso voy ha hacer un paréntesis en la publicación del blog. No está todavía claro si podremos vernos antes de final de junio, pero confío que sí. Mientras tanto, deseo que vayáis retomando el ritmo de vida habitual, pero sigáis reservando ese espacio dentro de las rutinas para dibujar o pintar, algo que da sentido a la vida tanto si estamos confinados como si no.

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