A menudo el arte nace del simple placer de expresarse. Jugamos con el color, las texturas, la expresividad del trazo, los materiales, la composición. Nos mueve el mero hecho de crear. Nos inspiramos en la realidad, una imagen, un recuerdo y a partir de allí dejamos que nuestra intuición nos guíe hacia algo nuevo, algo que habla de nosotros y tiene valor estético.
Sin embargo otras veces hay una idea que nos mueve. Hay una historia que contar previa al acto creativo. Hay un argumento tras el hecho artístico que es anterior al trabajo mismo, que acompaña todo el proceso y le da sentido.
Es el caso de la imagen que compartimos con vosotros esta semana. Forma parte de una exploración que está llevando a cabo la artista Joana Beltràn y que nace de la idea del pliegue como símbolo de la propia existencia. Dejamos que ella nos lo explique con sus propias palabras:
“La obra que presento se llama Origami, palabra de origen japonés que significa el arte de plegar el papel para obtener figuras de formas variadas y sin artificios.
Tomo esta idea como una metáfora de la propia vida. Las fotografías que presento muestran un instante congelado del paso del tiempo a partir de dos caras de personalidades diferentes, la mayoría sin relación de parentesco. Las imágenes se funden en una sola cara para dibujar la geografía humana de nuestra fragilidad. Origami intenta provocar en el espectador la sorpresa y una cierta desnudez del alma donde cada pliegue es el mapa secreto de nuestra vida.”