jueves, 28 de febrero de 2013

+ Reciclando el marco de la abuela II


El otro día hablábamos de reutilizar los marcos antiguos que tenemos en el trastero y tomábamos como ejemplo el uso que hace Ñaco Fabré de ellos. Sin embargo, a menudo los marcos que se amontonan en nuestros altillos no son de la misma prestancia que aquellos que vimos. Las maderas no son de calidad (tal vez sean de viruta prensada simulando madera). No están policromados ni tienen muchos años a su espalda. Es posible incluso que estén dañados, pero por su baja calidad ni siquiera valga la pena restaurarlos. En este caso tampoco debemos desecharlos. Los marcos tienen muchas vidas, como los gatos.

Hoy os propongo echar un vistazo a algunas obras de Josep Grau-Garriga. Artista marginal, nómada, que escapa constantemente de las fronteras. Su obra suma libertad y reflexión. Siempre investigando la relación entre materiales, soportes, herramientas y contenidos. En concreto los trabajos que nos acompañan hoy están todos encuadrados con unos marcos que bien podríamos comprar en un rastrillo por unos pocos euros.

Las obras unen el acrílico y el collage con telas viejas u objetos varios. Pero los materiales pictóricos parece que han ido más allá de su lugar. Han explotado. Han invadido el marco. Su espacio se ha expandido cual Big Bang artístico. Grau-Garriga nos enseña a perderle el respeto al marco: su falsa elegancia nos engaña, sus dorados nos ciegan, sus molduras nos imponen un respeto innecesario. Porque podemos pintarlo, rascarlo, cubrirlo, velarlo… El artista nos da una lección de libertad. No hay más límites que los que nos impone nuestro propio pensamiento.






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