viernes, 1 de febrero de 2013

+ Sixtina 3D


Todos los que hemos viajado a Roma hemos peregrinado a la Capilla Sixtina. Es un lugar inexcusable, como la Fontana di Trevi y el Coliseo. Yo lo hice hace muchos años. Cursaba lo que antes se llamaba COU y estábamos de viaje de fin de curso. Llegamos a la Ciudad Santa en tren desde Barcelona, pues por aquel entonces eso de los vuelos directos desde Palma era un lujo al que ahora estamos muy habituados. Flashes dispersos me vienen a la memoria de aquella visita. Recuerdo la escalinata larga por la que se descendía hasta llegar a la sala. También recuerdo que había mucha gente. Mogollón decíamos a los dieciocho. Y, de hecho, todo el mundo hablaba a la vez. Era un murmullo suave que iba en aumento progresivamente. Las voces de unos ocultaban a las demás y todos iban subiendo el tono. De repente desde los altavoces alguien llamaba al orden dando unos firmes golpes sobre el micrófono y exigiendo silencio en no sé cuantos idiomas. El murmullo bajaba de repente, pero luego poco a poco recuperaba su ritmo, más y más alto, hasta que la recriminación lo suavizaba de nuevo.

¡Había muchas cosas que comentar! Recuerdo cómo un andamio enorme partía la capilla por la mitad. A un lado unas pinturas estaban cubiertas por una pátina añeja. El paso del tiempo les había conferido solera y dignidad. Al otro lado unas figuras de colores chillones y aparentemente recién pintadas lucían descaradas. En medio, ocultos tras el andamio, un equipo de restauradores japoneses (eso nos dijeron) estaban obrando el milagro. Creo que todo el murmullo de la sala lo provocaban ellos. Estábamos estupefactos por el cambio y no atinábamos a decidir cuál de los dos lados era el mejor.

Sea con restauración o sin ella, la Capilla Sixtina es extraordinaria. Construida en la época del papa Sixto IV, que le da el nombre, inicialmente servía de capilla de la fortaleza Vaticana. Posteriormente pasó a utilizarse como sala para la celebración de los Cónclaves y la coronación papal. Miguel Ángel Buonarroti recibió en 1508 el encargo de Julio II de repintar la capilla que originalmente estaba cubierta con un cielo azul y estrellas doradas. En un principio rechazó el encargo por sus dimensiones. Él se consideraba antes escultor que pintor y este proyecto era sólo una distracción de su verdadero trabajo. Aunque el programa inicial consistía en pintar sólo a los doce apóstoles, ante las reticencias del artista el papa le dio permiso para plasmar las escenas y personajes bíblicos que él eligiera. Cuando el trabajo estuvo terminado Miguel Ángel había pintado más de 300 figuras.

Como Roma nos queda un poco lejos, ahora podemos penetrar en la Sixtina con el ratón. El siguiente enlace nos permite acceder a la sala y verla en todas direcciones, acercándonos y alejándonos con los comandos de la parte inferior izquierda. No podemos sustituir nunca la experiencia original, pero sí abrir el apetito con un pequeño aperitivo:

http://www.vatican.va/various/cappelle/sistina_vr/



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