viernes, 18 de septiembre de 2015

+ La tierra del sol de medianoche +

Tengo un amigo noruego que trabaja en las islas Lofoten. Aprovechando una invitación suya estuve visitando esta región situada más arriba del Círculo Polar Ártico. Seguramente el encanto de las Lofoten tiene algo que ver con el de nuestra tierra. Cuando estás en el continente tienes el océano de compañero sólo cuando vas costeando, pues tan pronto te alejas de la linea de costa pierdes de vista el azul infinito. Pero en una isla, vayas donde vayas te acabas topando con el mar enmarcando el paisaje con su presencia.

También hay escarpadas montañas, que allí están cubiertas por completo de un manto verde, y el clima ¡es tan diverso! Al llegar tuvimos que sacar de la maleta el gorro de lana, que llevamos puesto durante tres días seguidos. Luego empezó a lucir un sol intenso que acabó dejándonos en manga corta… Hoy en día la gente allí vive mucho del turismo, de montaña en verano o buscando auroras boreales en invierno. Pero antaño, la mayoría vivían del mar y sus frutos, sobre todo el bacalao, que aún sigue omnipresente en sus secaderos.

Pocos hombres vivían tan al norte, apiñados en los puertos naturales que protegían de la ira del Atlántico. En uno de estos puertos (Henningsvaer) encontré lo que buscaba, dos galerías de arte, una de pintura tradicional y otra contemporánea. En la primera (“Lofoten Hus”) pude contemplar trabajos de pintores locales y sobretodo dos obras de Gunnard Berg (1863-1893). Nacido en Svolvaer, Lofoten, sus progenitores eran adinerados empresarios y su destino debía ser el de sustituir a su padre al frente de los negocios. Por eso le enviaron a Bergen a completar su formación. Y allí se inscribió a clases de pintura que más adelante continuó en Düsseldorf. Cuando volvió a su tierra trabajó junto a Otto Sinding, afamado pintor del momento. Su vida fue corta, diagnosticado de cáncer a los 30 años viajó a Berlín para intentar frenar la enfermedad y allí murió. Hoy en día es uno de los pintores más reconocidos de Noruega. “Desde el puerto de Svolvaer” es una muestra de su maestría. La imagen costumbrista de los barcos fondeando frente a las montañas nevadas está pintada con delicadeza y cariño, con respeto, buscando mostrar la luz del norte que baña los objetos como acariciándolos.

Luego visité la galería “KaviarFactory” que exhibía una monografía dedicada a Bjarne Melgaard. Leyendo su currículum pensé cuán mestizas son las generaciones de hoy: nacido en 1967 en Sidney, Australia, tiene nacionalidad noruega. Estudió arte en Holanda, Oslo y Varsovia, pero vive y trabaja en la Gran Manzana. Sus obras muestran la sensibilidad de la ciudad en que habita. Colores ácidos, irreverentes; gesto libre y suelto; sin intención narrativa ninguna, puro juego. Recordé las obras de Berg que acababa de ver y pensé que si había un nexo de unión entre ambos ése debía de ser el de la nieve. Sí, la nieve, que en Noruega está siempre presente, incluso en verano cubriendo la cara norte de los macizos. Geirr me contaba cómo durante las largas noches de navidad en que ni siquiera sale el sol, ese blanco inunda el espacio iluminándolo con un tenue halo. Por eso nunca son noches negras, pues la nieve se muestra en grises de mil matices que llenan el espacio e impiden que el alma caiga en el desasosiego. Grises y blancos como los de Melgaard, como los de Berg.









1 comentario:

  1. Gracias por su interes de decubrir los encantos de Lofoten y su
    pintor mas conocido, el señor Berg.
    Ahora Lofoten camina a su lado oscuro con aurora boreal por la noche, una visita recomendada para ti.
    Saludos de Geir, Lofoten

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