viernes, 31 de mayo de 2019

+ Aprender jugando +


Estuve el fin de semana pasado en Madrid y pude visitar, en la Fundación March, una exposición muy original sobre los protagonistas de las Vanguardias Históricas (Picasso, Matisse, Kandinsky, Klee, etc.). Extraña, porque normalmente vamos a ver las pinturas y dibujos de tal o cual artista, pero en este caso lo que se exponía no eran sus trabajos, sino los libros que utilizaron cuando eran niños, en la escuela. Resulta que previamente a esta revolución artística, en Europa había habido una revolución educativa, que puede comprobarse en los manuales que se utilizaban en los colegios. Especialmente en la disciplina de plástica, pero también en otras ramas del saber, la educación había adoptado un carácter indagatorio y lúdico, más alejado del dogmatismo tradicional. Los alumnos eran animados a investigar, imaginar y sobre todo, jugar para aprender.

Así por ejemplo, en manuales tan antiguos como los “libros de recortes” que vemos en la exposición, de origen inglés y datados en 1885, se anticipan procedimientos e iconografías que recuerdan sorprendentemente a los que encontraremos posteriormente en las Vanguardias: las tipografías liberadas por los dadaístas, las imágenes elusivas de los surrealistas, las composiciones con sólidos geométricos de los cubistas… También descubrimos libros que promovían la investigación y combinación del color de forma racional y lógica, utilizaban la geometría aplicada a la imagen, desarrollaban la espontaneidad, creatividad e innovación como parte de la formación que debía ser interiorizada. La exposición concluía afirmando que si los niños que aprendieron con esos métodos, fueron estimulados a tomar el aprendizaje como algo lúdico y la investigación como parte del quehacer diario de cualquier persona, no era extraño que al hacerse adultos siguieran aplicando estas actitudes a su trabajo, ya fuera pintura, arquitectura, música o literatura.

Salí de la Fundación March con la convicción de que la creatividad, desarrollada cuando niños o ya de adultos, es un germen que modifica nuestras conductas y la forma como afrontamos la vida. Y que el juego, como parte necesaria del comportamiento, libera de estereotipos, estimula el pensamiento, y nos hace recibir los acontecimientos sin la gravedad que aparentemente envuelve el mundo de los adultos.









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