viernes, 11 de abril de 2014

+ Poesía de la decadencia +

El año pasado nos dejó Toni Catany. Nacido en Llucmajor el 15 de agosto de 1942, residió principalmente en Barcelona. Fotógrafo autodidacta, su obra está cargada de sensibilidad y sensualidad. Su mundo tiene una perspectiva a caballo entre lo eterno y lo cotidiano. Sus imágenes rebosan tanta naturalidad que se convierten en exquisitas. En el taller hay varias publicaciones de sus trabajos y a veces las utilizamos como punto de partida para dibujar o pintar. Siempre que os doy aquel que se titula "natures mortes" os sorprende que muchas de sus instantáneas sean de flores marchitas o frutas mohosas. Nada más opuesto a un bouquet de rosas el que éstas hayan perdido su color y tenga más intensidad el propio vaso que las sostiene, ¿a dónde se fueron sus bellos rojos y violetas? ¿qué fue de los verdes y amarillos de sus hojas? Se han tornado gris oscuro. Y me decís, ¿tengo que pintar esto? ¡Si está podrido!

Es cierto, lo decadente carece de belleza a primera vista. Pero la senilidad de los bodegones de Catany va más allá del puro deterioro, busca la estética de lo que fue. No hay ningún detalle abandonado al azar: el contraste de luces y sombras, la posición de los objetos, las transparencias, las sombras y reflejos… Dignifica el momento de la pérdida; el tiempo ya no es destructor sino solamente creador de otras realidades, más sutiles y delicadas, más profundas y transcendentes, más pausadas y silenciosas. Mi madre a menudo habla de lo duro que supone volverse mayor. Pierdes vista, pierdes oído, pierdes el pelo, pierdes agilidad, pierdes vigor, pierdes seres queridos, ¿y qué ganas? Tal vez sólo conciencia de lo efímero, de la fugacidad de todo, eslabón ineludible de la verdadera sabiduría.






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