viernes, 23 de mayo de 2014

+ Dejar que la luz pinte +

Pierre Soulages nació en Rodez, Francia, en 1919. Es uno de los pocos artistas del efervescente Nueva York de la posguerra mundial que todavía está vivo. Reconocido en todo el mundo como "el pintor del negro", contó entre sus amistades a Rothko, de Kooning o Motherwell.

El negro es un no-color, pues físicamente consiste en la ausencia de luz. Sin embargo el pintor hace de este hecho su mejor baza. En sus obras utiliza importantes cargas de materia de este tono oscuro que estría, rasga, aplasta… De este modo consigue que la luz se refleje sobre esas superficies texturizadas y transmuta el negro en un color luminoso. Los reflejos de luz crean campos abstractos de gran inspiración. Los negros de sus cuadros resuenan en diferentes tonos y gradaciones. Las incisiones y trazos son firmes, directos, seguros. Sus obras a menudo se agrupan entre sí formando polípticos, que enriquecen la estructura inicial. El conjunto vibra con intensidad. La sencillez del planteamiento lleva aparejada una elegancia contenida.

Lo más sorprendente del arte de Soulages es cómo con unas restricciones tan grandes pueda llegar a tales cotas de lirismo. No me extraña que tenga más de noventa años, pues en aquella época de principios del XX, cuando nació, la gente sabía lo que significaban las limitaciones. Una ropa con su muda más la prenda de domingo era lo habitual en el armario. Los libros se pasaban de mano en mano. Los juguetes eran escasos. Ahora, en cambio, entras en un supermercado y sólo sobre tipos de yogures ya puedes escribir una enciclopedia. Soulages es como el que entra en el súper y únicamente compra natillas de chocolate. Pero luego, cuando llega a casa, ¡cómo las saborea! De hecho, la inteligencia está en ser creativos a pesar de los límites ¿o gracias a ellos?









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