viernes, 18 de enero de 2019

+ Sal y pimienta +


Estas pasadas fiestas he estado visitando a mi amigo Robert, que vive en Oslo. Es una ciudad vibrante y cosmopolita, con sus edificios emblemáticos, rascacielos, lujosos barrios residenciales, y calles decimonónicas que han sido tomadas por emigrantes de los lugares más insospechados. Visité varias exposiciones, pues en estos días fríos y breves del norte, no hay mejor lugar para pasar una tarde que en un museo. Una de ellas estaba dedicada a Harald Sohlberg (1869-1935), artista previo a las vanguardias que se hizo famoso por sus paisajes bañados por una luz mágica y mística. Pero lo que a mi me llamó la atención fueron los dibujos que hizo de estudiante. Retratos a lápiz o carbón con una enorme vida interior.

Viendo esos trabajos de juventud, pensé que al realizar un dibujo tenemos que hacer lo mismo que cuando cocinamos, echarle sal y pimienta. Porque una comida sin sal es sólo para enfermos, y la pimienta le saca el carácter a los alimentos. En el dibujo, la sal sería la atención al detalle. Saber ver qué se muestra ante nuestros ojos y plasmarlo sobre el papel, valorar la belleza de una curva, la proporción adecuada de un volumen, el contraste preciso de una zona determinada. Y la pimienta sería la energía, la vitalidad, la personalidad del artista que queda patente en la obra. Tampoco podemos abusar de los condimentos, un exceso de sal arruina el plato y demasiada pimienta lo satura. Así también, hay que huir del detallismo excesivo y de la sobreactuación del artista.

En todos los estupendos dibujos de Sohlberg vemos los dos ingredientes sazonados con mesura: preciosos ojos elegantemente delineados, y bocas y narices observadas con detenimiento hasta destilar su esencia, junto a lineas libres y espontáneas. Me gusta mucho el pequeño desnudo, porque  contradice nuestras costumbres. Parece que al hacer figura humana siempre es la cara la que tiene que estar destacada, pero no, el detalle va donde al artista le da la gana, a donde a él le interesa. Y la cantidad de energía que acompaña ese detalle varía también según la intención del autor. Desde un apabullante negro rayado que lo abraza todo, a un suave y espontáneo gris que envuelve el retrato. Podríamos pensar que estas características son sólo del dibujo, pero no, un buen cuadro necesita salpimentarse igual que un dibujo. No lo olvidéis, un artista, como un buen cocinero, sabe aderezar bien sus platos.







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