viernes, 21 de febrero de 2020

+ Bolígrafo en mano +

Estuvo Silvana, compañera nuestra en el taller, haciendo un curso en Andalucía con el pintor Fernando Herrera (arteherrera.es). Podemos ver por internet sus obras, pero no tienen nada que ver con la realidad. Porque, me explicaba Silvana, Herrera es un virtuoso del dibujo, y su método es tan heterodoxo que hay que verlo para creerlo. Sobre una madera aplica una imprimación y luego crea un fondo muy sutil a base de veladuras de acrílico para dar riqueza a la superficie. Después viene el grueso del trabajo, y todo él está realizado con bolígrafo Bic negro ¡Todo a boli! Línea a línea, trazo a trazo, pacientemente va creando el dibujo y el claroscuro. Al final el resultado es muy similar a un grabado a punta seca, consiguiendo laboriosamente los mediotonos y las sombras con el tramado de la tinta del boli. Y más admirable aún resulta el trabajo si vemos las dimensiones de los cuadros que Herrera pinta. Grandes formatos que exceden el tamaño del cuerpo humano, trazados pacientemente con este instrumento tan cotidiano. Llegados a  este punto del proceso, el pintor utiliza óleo aplicado con sutiles veladuras para dar la sensación de color. Las capas son suaves y transparentes. Por eso me refería Silvana cómo al ver de cerca sus cuadros se apreciaba perfectamente todo el trenzado del boli, apenas cubierto por finas capas de óleo. En cambio, al ver las fotos en internet toda esta energía, toda esa lucha, desaparecen. Las imágenes web son cuasi fotográficas, mientras que en realidad están llenas de líneas.

Es sorprendente cómo una imagen hecha de rayas pueda verse desde la distancia tan real, tan verídica. Esa es la virtud de la obra de Herrera. El amor al trazo, a la mano, al dibujo. Y el respeto al claroscuro, al detalle visual. Su fauna elaborada de este modo se convierte en algo táctil, físico, palpable. Su técnica nos hace percibir la textura, el pelo, la piel del animal, sin perder toda su carga pictórica. Y eso me hace pensar que a menudo en el taller nos sentimos incómodos al transcender la forma tradicional de utilizar las técnicas artísticas… “¿bolígrafo y óleo? ¡Qué disparate!” Sin embargo, lo que cuenta es el producto final, y el gran patrimonio de nuestro tiempo es la libertad, que unida al cariño por el propio trabajo no puede más que llevarnos al resultado acertado.









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