viernes, 10 de abril de 2020

+ El lápiz ignorado +

Algunos de vosotros me habéis comentado que no os dio tiempo de coger los bártulos del taller, todo fue tan repentino, y no podéis pintar en casa. En ese caso el remedio es claro, hay que dibujar. Porque, ¿quién no tiene un lápiz y un papel en el hogar? O un bolígrafo, o rotulador. A veces cuando estoy en el taller y veo la cajita llena de lápices de diversas gradaciones y durezas sobre mi mesa, junto al ordenador, pienso en lo afortunados que somos. Recuerdo que un amigo me contó que iba a viajar a un país del tercer mundo y se llevaba muchos lápices para regalar, pues allí eran escasos. Nosotros tenemos montones de lápices, pero no los empleamos. Sin embargo, el dibujo es la esencia de un buen cuadro. Dicen que Leonardo era un dibujante compulsivo, seguramente por sus múltiples intereses (anatomía, ingeniería, óptica, arquitectura, botánica…). Tal vez por ese motivo han llegado tantos dibujos del artista hasta hoy. Pero eso no significa que los demás pintores de su época no los hicieran, aprender el oficio de artista iba parejo al dominio del dibujo.

En el taller nos encanta coger la paleta y mezclar colores, crear texturas sobre el lienzo y hacer empastes, extender veladuras y rematar con transparencias. Muy bien. Pero no podemos olvidar el trazo… Escribiendo estas líneas acabo de recordar dos exposiciones que vi hace años sobre este asunto, y rebuscando entre las repisas de libros de la casa he encontrado los catálogos. En el taller acumulo los libros de arte moderno y contemporáneo, porque creo que son los que más os pueden inspirar. Lo demás, biografías, enciclopedias, tratados sobre el siglo XIX y hacia atrás, se quedan rodando por el piso, en ese mueble o en el otro, pues todo es inspiración (los libros son sabiduría en estado puro, pero también la peor parte de una mudanza, cosa que años ha hice repetidas veces. Gracias a Dios, la estabilidad actual permite a las estanterías crecer sin mayor preocupación).

En el año 2006 visité en el Prado una exposición titulada “El trazo oculto, dibujos subyacentes en las pinturas de los siglos XV y XVI”. Allí se daban a conocer bocetos escondidos bajo algunas de las obras más célebres del Museo del Prado. Estaban realizados con carboncillo, lápiz negro, punta metálica o pincel y luego cubiertos por capas de pintura. Los artistas nunca imaginaron que estos dibujos pudieran ver algún día la luz. Pero gracias a la técnica de la reflectografía infrarroja esos diseños ocultos durante siglos se habían revelado, y esto permitía conocer tanta información nueva sobre los cuadros: el proyecto original, las técnicas para dibujarlos, las modificaciones, los cambios, incluso a veces aclaraba cuál era el autor de la pieza con seguridad.

En el año 2003 visité en Valencia la exposición de Bancaja “Prima Idea. Dibujos italianos de los siglos XVI y XVII”. Totos los dibujos que allí se exponían pertenecían a un a colección específica, de la “Graphische Sammlung Hessisches Landesmuseum Darmstadt”. Algunos eran obras autónomas, realizadas por el simple placer de dibujar. Otras eran bocetos que dieron origen a cuadros y grabados de gran valor.

Quiero adjuntar algunas de estas imágenes para inspiraros y animaros a coger el lápiz, tan humilde, tan poderoso. El placer de trazar lineas sobre un soporte es tan antiguo como el ser humano. Sapiens i garabaticens van de la mano. Busquemos a ese hombre ancestral y primitivo que corre por nuestro ADN y ahuyentemos el miedo absurdo a la hoja en blanco.












Y puesto que es Viernes Santo, un dibujo más de “El trazo oculto” ¡Feliz Pascua!

Ah, no olvidéis compartir conmigo todos esos trabajos del confinamiento, para poder publicarlos en el blog.



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