viernes, 17 de enero de 2014

+ ¿Decorativo? ¿Efectista? +

Estos días de fin de año aproveché para salir de la isla. Visitar otras tierras siempre es estimulante y nos decidimos por Sevilla simplemente porque encontramos un vuelo muy barato a esta ciudad. Nos alojábamos en la habitación de un hotel que ha sido remodelado recientemente y todos los detalles del dormitorio rezumaban modernidad. La decoración fue pensada concienzudamente y un vanguardista cuadro abstracto lucía sobre la pared y hacía juego con los demás elementos del cuarto. Dio la casualidad de que por unas razones que ahora no vienen al caso nos tuvimos que cambiar a otra estancia del mismo edificio y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que siendo todos los muebles, cortinas, etc. iguales a la previa, también destacaba un cuadro original muy similar al anterior sobre el muro. Efectivamente, un artista había pintado una tela diferente para cada habitación del complejo. Y aunque no era el mismo lienzo, el planteamiento era parecido y así la obra siempre hacía juego con el rojo de la lámpara, el negro de las cortinas y los blancos de las sábanas de la cama.

Al ver estas pinturas inmediatamente me vino a la memoria cuando estaba estudiando en la Complutense de Madrid. En ese momento en la facultad hacer pintura figurativa era un suspenso seguro y como todos queríamos el título, que para eso estábamos allí, hacíamos pintura abstracta por norma; si es que pintábamos, porque algunos habían optado por el arte conceptual y no ponían el pie en el taller. Cuando el catedrático pasaba por el aula (y eso sucedía muy de tanto en tanto) no había peor comentario por su parte que el de adjetivar nuestro trabajo como "decorativo". Eso suponía la descalificación total del cuadro y un paso más hacia el temido suspenso, que en un ambiente tan arbitrario y sin claras pautas de trabajo siempre pendía sobre nosotros. Otro apelativo grave, pero de menor calado, era que el profesor tildara nuestra obra de "efectista". En ambos casos debíamos, según el titular que nos juzgaba, luchar por algo más puro, menos artificioso (el significado de estos consejos era más bien esotérico y venía a resumirse en que probaras otra cosa).

Mirando los cuadros de la habitación pensé en cuán equivocados estaban los catedráticos de la facultad. Ciertamente, cualquier obra colgada en un alojamiento como aquel, ya fuera realizada por un gran maestro de la pintura o por un ignorante, pasaría a adquirir el apelativo de decorativa. Aunque eso no supondría un juicio de valor real sobre ella misma. Los cuadros son buenos y malos pero no dependiendo de dónde están colgados. Los criterios para juzgarlos son otros. A mi modo de ver, dejando a un lado la discusión conceptual, esos cuadros del hotel poseen virtudes y carencias. Por un lado la composición es válida, simple pero no aburrida. Posee tensión por el juego de volúmenes sin perder la unidad de conjunto. El trabajo del color es bueno, con tintes puros que conviven con un gris neutro que hace de contrapunto. El juego de texturas funciona, acompañando a los tonos para crear una superficie dinámica y variada. Sin embargo, las obras pecan de premeditación. El autor sabía de antemano lo que iba a hacer y ha ido directo a por ello. Es lógico, tenía que pintar más de doscientas obras similares y no se iba a entretener con cada una de ellas. Y este hecho se percibe, pues no hay matices, ni errores y correcciones, ni veladuras de otros tonos, ni sombras de un trabajo anterior. Ha ido directo a lo que necesitaba sin jugar, sin que el azar interviniera para nada, sin dejar que la casualidad engendrara detalles valiosos. Sólo eso, perdió por el camino el tesoro de lo inesperado.





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