viernes, 24 de enero de 2014

+ Tesoros inesperados +

El otro día en el taller me pidieron explicaciones sobre el último texto del blog ¿Qué es eso de que los cuadros del Hotel pecaban de premeditación? Y como dice esa manida frase de que una imagen vale más que mil palabras, he pensado aportar un contrapunto visual de aquellas obras. Me refiero a los trabajos de Arturo Guerrero. Este artista nació en Madrid en abril de 1960 aunque desde el año 93 reside y trabaja en Nueva York. Si accedéis a su web (arturoguerrero.net) os invita amablemente a visitar su estudio en Brooklyn y poder contemplar sus trabajos en vivo, pues a su parecer la experiencia de la pintura fresca a la vista e incluso al tacto está a mil años luz de lo que podamos apreciar en su página. Nos anotamos la propuesta para cuando vayamos a cruzar el charco.

Al igual que las pinturas del Hotel, Guerrero se mueve en el ámbito abstracto, con una sabia utilización del color y un juego creativo de formas y volúmenes. Pero sus obras están llenas de vida. Porque no nacieron a la primera; capa sobre capa fueron evolucionando hacia su solución definitiva. De esa lucha surgieron veladuras, transparencias, múltiples matices y tonos, tesoros inesperados que un pintor experimentado reconoce y sabe conservar. La composición no se planteó como definitiva desde un principio sino que fue evolucionando, como un ser vivo, hasta encontrar aquella plenitud que aconsejaba dejar el juego y pasar a la contemplación. Y así, poco a poco, las telas fueron ganando en profundidad, convirtiéndose en espacios tridimensionales donde uno puede pasearse y descubrir mundos ocultos, acogedores. Para mi esa es la gran diferencia de la pintura con la fotografía. Esta última te ofrece panorámicas maravillosas de infinitos detalles, pero en un cuadro hay una hondura diferente, similar al espejo de Alicia en el país de las maravillas. A poco que te quedes silenciosamente observándolo te metes dentro de él y quién sabe lo que encuentras.







No hay comentarios:

Publicar un comentario