viernes, 21 de febrero de 2014

+ La viña +

Un último apunte de lo que vi en tierras andaluzas. En Sevilla, al entrar en el museo de la Cartuja, el funcionario me recitó las diferentes exposiciones a visitar y de pasada mencionó una dedicada a Carmen Laffón. La mayoría de vosotros conocéis a esta artista porque tengo un catálogo suyo que saco día sí y día también, cada vez que quiero explicar lo que es crear ambiente en pintura. Incluso os envío al museo Fundación March de la calle San Miguel para que veáis los paisajes suyos expuestos allí y podáis apreciar el trabajo en toda su magnitud. Cuando al entrar me dijeron que había una sala de Laffón fui directo a ver su trabajo y, después de dar mil vueltas por el laberinto de puertas, llegué al fin. Crucé el umbral y me llevé un chasco. No había ninguna vista de la capital Hispalense desde el río, o de Doñana desde Sanlúcar, o alguna naturaleza muerta llena de vida. Lo único que se exponía era ¡un humilde carboncillo! …más una instalación previa que lo acompañaba ¡Qué decepción!

Me sobrepuse al disgusto y comencé a valorar lo que había frente a mí ¿No buscaba atmósfera? Ahí la tenía, unas uvas recién vendimiadas llenas de aire y profundidad. Qué atrevido el vacío blanco ocupando todo el espacio inferior. Fruta en estado puro, recogida para ser pisada, qué sabrosa. Y pensé cuánto se puede contar con tan poco: el sudor y el esfuerzo, el sol alto y fuerte, las bromas que hacen el trabajo más llevadero, los racimos probados y amontonados, la satisfacción al llegar el fin de la jornada. Todo eso estaba escrito allí, con un sencillo carbón, ¿qué más quería?







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