viernes, 27 de junio de 2014

+ La mar de inspiración +

Viendo venir los sudores de nuestra querida musa y compañera, saqué todos los ventiladores ya hace más de quince días. Pero no ha bastado. La inventiva nos ha dejado por otros lugares más frescos. Porque todos los que venís al estudio sabéis de sobra cómo le tenemos que agradecer a nuestra musa del jardín todo el color que sale por la puerta del taller. Y no sólo el color, el blanco y el negro y el trazo y el detalle, la precisión y la soltura, la veladura sutil, el empaste apropiado y, en fin, el acierto, la genialidad y la satisfacción. Ella, desde el patio, nos preside y no permite al borrón pisar el umbral, ni que el desánimo se cuele por la puerta. Mantiene a raya las rayas para que no se conviertan en rayajos y las líneas nunca pierden su desenvoltura y su fineza; los colores no se embarran porque ella no se lo consiente y la inspiración fluye en nuestra mente y nuestras manos cada día, a cada trazo.

Pero se fue. Me envió una instantánea de su nuevo hogar. Rodeada de mar y rocas deja que los veleros la paseen al atardecer, cuando el sol ya no puede estropear su metálica piel. Habla con los peces y los cangrejos, pero no con las sirenas, que envidian su porte erguido y su perfil griego. Algún marinero ya la ha cortejado y migajas de inspiración han brotado de sus manos. Allí debemos llevar nuestros pinceles, lápices y papeles. El taller la echará de menos, pero sabemos que cuando pase la canícula volverá con nosotros, llena de ideas, llena de historias. Aquí la estaremos esperando.





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