jueves, 30 de abril de 2015

+ Ictum Olim II +

Actualmente y hasta el 24 de mayo podéis presenciar una exposición de fotografía del mallorquín Miquel Salom (www.miquelsalom.com) en el convento de Santo Domingo de Pollença (muy recomendable visitar el pueblo en domingo, día de mercado, pues aparte de poder comprar fruta y verdura frescas, hay puestos con artesanía de calidad y el ambiente de la feria es realmente agradable). 

Al ver la muestra pensé que se trataba de unas fotografías tomadas hace más de un siglo que habían sido rescatadas del baúl de los recuerdos. Luego, hablando con el vigilante de la entrada, me hizo esta delatora pregunta: “¿no se ha dado cuenta de que en algunas instantáneas hay yates en el mar?” Cierto, las fotos están tomadas recientemente, pero empleando una técnica del siglo XIX: el año 1851 Frederick Scott Archer inventó un proceso fotográfico denominado placa húmeda al colodión; fue una auténtica revolución ya que de manera casi instantánea se conseguía crear una imagen en la superficie de un cristal de forma directa y muy nítida. Lo bautizó con el nombre de Ambrotipo. Con este descubrimiento la fotografía se expandió a casi todo el mundo en unas proporciones antes inimaginables.

Es un proceso muy artesanal, requiere mucha concentración y paciencia ya que alguna de las combinaciones de los productos químicos es explosiva, por lo que hay que tomar medidas cautelares para no jugarse la vida. Además, cada Ambrotipo es una pieza única y debido a la inestabilidad de los materiales es habitual tener que invertir mucho tiempo y repeticiones para obtener el resultado deseado. En aquella época se utilizaban placas de pequeño tamaño, unos 3x4 cm., y las cámaras eran totalmente artesanales, construidas por el propio fotógrafo.

Salom, inspirándose en los trabajos de Carleton Watckins realizados en Yosemite (California) en 1862, se ha fabricado su propia cámara y tienda fotográfica ambulante para poder realizar todo el proceso in situ. El resultado nos devuelve a la Mallorca inmemorial, mística, primigenia y a su paisaje legendario. Su delicada estética revela los entornos de Pollença, un paraíso Mediterráneo que a tantos pueblos ha cautivado a lo largo de la historia.









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