viernes, 22 de enero de 2016

+ Un libro por un cuadro +

Cada uno tiene sus vicios. Para mi son los libros, pero me estoy quitando. Porque los compro no por sus textos, el mío es un vicio de pintor, sino por sus reproducciones. Cuando adquiero el catálogo de una exposición es como si me llevara todos los cuadros a casa. Los puedo mirar una y otra vez, recordar detalles, refrescar la memoria de los colores y las composiciones. También compro catálogos de exposiciones que no he visto. La experiencia es más pobre, pues la foto se come los matices y las texturas. Es como ir a un restaurante de comida rápida. Pero quién no visita uno de vez en cuando, para saciar el apetito. Cuando vivía en Madrid fui reuniendo una colección de libros de arte y pesan mucho todos juntos. Lo sé por la mudanza.

Luego están los libros que compras al ir de viaje. Éstos son los peores, porque los paseas de un lado para otro y luego en la maleta. Son tentaciones de las que hay que huir, pero a veces no puedes esquivarlas. Incluso alguna vez llega el capricho máximo, el de comprar un libro por un cuadro. Ves una imagen y quieres recordarla, atesorarla sobre el papel, porque te sugiere algo especial, aunque seguramente a otro no le diga nada. Es el caso de este catálogo de Jozsef Bartl, artista húngaro poco conocido, que compré en Budapest. Bartl nació el 1932 en Soroksár, su padre trabajaba como sastre y trompetista y su madre era tejedora. Estudió en la Academia de Bellas Artes y en otros talleres de destacados maestros. Trabajó en la ciudad de Szentendre, donde se reunieron los más reconocidos pintores de la época en una creativa comunidad artística. En 1994 recibió la Cruz de Oro al mérito de la República Húngara.

La mayoría de sus trabajos son composiciones cuasi-geométricas, de vivos colores, donde cuadrados, círculos y rombos se combinan como piezas de un ajedrez juguetón. Sin embargo, al principio era un pintor figurativo. La paleta de color era la misma, los temas y el concepto, distintos. En el catálogo podías contemplar sus paisajes y retratos primitivos y la geometría posterior. Y en medio de ambos trabajos, el cuadro de una trompeta que entonaba la transición. El fondo era un puro juego abstracto de lineas, la figura un instrumento claramente reconocible, y qué bien combinados estaban ambos. Ese es el reto para muchos de nosotros, llegar a esa figuración sugerida, a ese abstracto con contenido, a ese juego de realidad y ficción tan fecundo. Y ese cuadro bisagra me cautivó. Tal vez me recordara la trompeta que había en la mesa de bodegones de la facultad y que tantas veces tuve que pintar, aunque nunca con igual sencillez y chispa. Y me compré el libro. Y lo paseé todo el viaje, pero sin remordimiento, que los caprichos hay que disfrutarlos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario