viernes, 12 de abril de 2019

+ Más allá de la fotografía +


Nos gusta reflejar nuestro entorno en las obras que pintamos. Forma parte de nosotros, nos trae a la memoria recuerdos de nuestra vida, permite que entendamos quienes somos y qué buscamos. Por eso muchos en el taller pintáis la isla, o incluso también Palma, por qué no. Pero cuando nos enfrentamos al tema del paisaje, urbano o no, siempre surge el problema de la sumisión a la fotografía. Mi bisabuelo, en cambio, todavía se paseaba por la montaña con telas enormes que pintaba in situ. Las escondía detrás de las matas, para no cargar con ellas, hasta que las acababa. De todos modos nadie se las hubiera robado. En aquellos años la gente de Pollença, de donde era él, todavía no entendía eso de pintar paisaje por puro placer de contemplarlo. Una vez que estaba con los pinceles en la mano, encaramado en algún risco, un payés que pasó por allí le preguntó qué santo estaba pintando. Mi bisabuelo falleció con noventa y muchos, pero hasta una avanzada edad mantuvo la costumbre de trabajar "plein air". Mi abuelo, cuando se acercaba la hora de comer, enviaba a mi padre a buscarlo para que le llevara las pinturas o la tela, y el anciano no tuviera que venir tan cargado. Los tres se llamaban Lorenzo, cosas de aquella época, eran otros tiempos. Nosotros ahora hacemos una instantánea con el móvil, y ya tenemos la imagen guardada en el bolsillo.

Bien, pero la fotografía tiene un doble filo. Nos otorga un abanico infinito de posibilidades al alcance de la mano, pero ya nos da la solución definitiva, planteada en dos dimensiones, lista para ser copiada. Y cuesta mucho desprenderse de esa propuesta y obtener un resultado coherente. Stefan Beltzig lo consigue con naturalidad (stefanbeltzig.com). Nacido en Baviera en 1944, hace años que reside en Mallorca, y también en Múnich y en Nueva York. En la ciudad alemana estudió Bellas Artes y ha expuesto en las urbes en las que reside y en muchas otras. Más abajo recojo algunos de sus trabajos sobre Palma, nuestra ciudad. Lo primero que sorprende es el método con que las plasmó, lápices de colores sobre papel. No es fácil elaborar grandes formatos con esta técnica, pero sus trabajos miden aproximadamente 50x70 cm., una superficie nada desdeñable. Lo que más me atrae de su trabajo es cómo utiliza el color para destacar o relegar ciertos elementos. A primera vista parecen enfoques cotidianos, pero a medida que los recorres descubres cómo modifica sus detalles para narrar lo que tiene en mente. Su interés principal, según puede leerse en su web, es reflejar la transitoriedad de las metrópolis históricas, donde la arquitectura moderna homogeneiza y roba la personalidad y el carácter de las ciudades. Ciertamente, una sensación de nostalgia y melancolía se percibe en todas sus imágenes.








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