viernes, 11 de octubre de 2019

+ Tan reales que no lo son +


Hablábamos la semana pasada del artista anónimo que plasmó su pasión por los trampantojos en las paredes de un caserío abandonado, por el que crucé caminando este verano hacia Santiago. Es cierto, la pintura posee una magia cuando pretende ser real, que apasiona a muchos espectadores y a no menos artistas. De hecho, la búsqueda del realismo fue una tónica de la pintura occidental moderna, heredera de la griega y romana, hasta que llegó la cámara fotográfica. Entonces los pintores tuvieron que buscar nuevos derroteros, que desembocaron en el arte abstracto, y con él llegó la dictadura de la no figuración (cuando yo estudiaba en Madrid, todo lo que no fuera pintar abstracto era suspenso seguro).

Pero el street art sacó el gusto por la imagen reconocible de su ostracismo. Ya no es pecado pintar lo que vemos con detalle, los artistas lo hacen en muchas paredes y muros abandonados. Y alguno, como Sergio Odeith, ha llevado esta pasión por el realismo a extremos insospechados. Nacido en 1976 en Carcavelos, Portugal, desde joven fue amante del dibujo. Por eso se dedicó al tatuaje, y también hizo sus primeros pinitos con el street art en los años 90, cuando comenzó a difundirse por su país natal. Pronto su entusiasmo por el spray se fue modelando hacia imágenes con gran detalle de sombreado y perspectiva.

Más tarde se introdujo en el campo del “anamorfismo” (dibujo o pintura que está deformada de tal modo que recupera su imagen sin deformaciones al mirarla desde un determinado ángulo). Sus murales realizados en  muros de esquinas en ángulo recto le han proporcionado el reconocimiento internacional. Aunque la temática que plasma es muy variada, los insectos le resultan especialmente inspiradores. El hecho de que el realismo total lo adquiera una araña gigante, un escarabajo, una mariposa, hace que sus pinturas nos produzcan una sensación inquietante, incómoda y cómica a la vez. Es chocante pensar que la pintura anamórfica, la más real de todas, la que mejor engaña a nuestros ojos, en sus manos se convierta en irreal simplemente por el cambio en la proporción del objeto que está pintando.










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