viernes, 9 de octubre de 2020

+ Grandes lienzos +

 Una de las exposiciones que pude visitar este verano fue la de Joan Bennàssar, en el convento de Santo Domingo de Pollença. Eran unas piezas enormes que, situadas en los vanos de las capillas, se integraban fantásticamente con el lugar expositivo. Todos conocéis la obra de Bennàssar, con sus superficies genialmente trabajadas y sus figuras trazadas con líneas sencillas y cercanas, humanas.

Claro, el ojo con el que yo miraba la exposición era el de un pintor, compañero de oficio, y por eso algo que me llamó la atención fue el montaje de las telas. Probablemente todos los que habéis hecho grandes formatos sabéis lo aparatoso que resultan esos bastidores de madera, que no caben en ningún coche ni furgoneta, ¡y lo que pesan esos cuadros! Bennàssar había resuelto el problema eliminando toda la estructura del bastidor. El lienzo estaba sujeto simplemente por unas gruesas barras metálicas en la parte superior e inferior, unidas a través de aros de alambre a la tela. Asemejaban tapices, grandes tapices con figuras tristes. Porque los grupos de personas parecían melancólicos, apesadumbrados. Casi se podía leer el drama del coronavirus entre líneas, aunque estoy seguro que empezó a pintarlos antes de todas estas calamidades actuales.


Hace tiempo también utilicé la idea del tapiz para unos grandes lienzos que colgué en casa. Pero en vez de pesados tubos de metal situé un listón de madera arriba y otro abajo. Luego, al venir el buen tiempo y abrir las ventanas, la brisa que circulaba por la casa movía las telas y desde la cocina oía golpear el listón inferior sobre la pared. Tuve que atornillarlo al muro para que el viento no jugara con mis cuadros. Al salir de la iglesia de Santo Domingo imaginé una tempestad de verano, con sus rachas de viento entrando en el templo y zarandeando las telas de Bennàssar. Creo que resistirían perfectamente al capricho de la meteorología.








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