viernes, 16 de octubre de 2020

+ Una chimenea, un faro +

 Os muestro un último grafiti que pude contemplar en Ribadeo, parada final del viaje de este verano. Está planteado en una de esas fachadas inverosímiles que pueblan nuestras ciudades modernas. Esos muros espantosos que truncan el final de muchos inmuebles, hijos de aquella época de construcción inmobiliaria desquiciada allá por los años 60, que desfiguró muchos barrios con cambios absurdos de planteamiento, saltos irracionales entre las alturas permitidas y desarrollo sin freno.

Generalmente vemos grafitis que ocupan los espacios de las paredes sin tener muy en cuenta en lugar donde están pintados. Los artistas tienen en mente una imagen y simplemente la adaptan al recuadro que encuentran vacío, sin preocuparse del lugar o la forma donde está situado. Esta imagen, en cambio, tiene una composición especialmente inteligente, porque el autor, además de revitalizar ese paredón, utiliza la chimenea que está en la cima para dar sentido a todo el conjunto. O sea, que primero ha visto el muro, ha reflexionado sobre él, ha imaginado sus posibilidades, y por fin ha encontrado la imagen que se adecúa mejor al lugar. Así, esa prominencia arquitectónica, que es una salida de humos, alberga el final de un faro situado sobre unos acantilados típicos de la costa cantábrica. Para compensar este deseo de verticalidad con un formato tan cuadrado de fachada ha utilizado el recurso a las líneas horizontales de las brumas, que completan el paisaje y convierten ese contraste en algo natural, necesario.

Hasta parece que el banco de la acera que está al pie del risco se integra en el conjunto con naturalidad, y podemos sentarnos allí y descansar a la vera del promontorio.



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