Si habéis tenido tiempo durante las vacaciones para visitar
la exposición Expanded Drawing del Casal Solleric seguro que os sorprendió el
trabajo de Ricard Chiang titulado “Raíces”. Como sabéis esta exposición se
dedica a nuevas formas de tratar el dibujo, más allá del lápiz y el papel
tradicional. En este caso el soporte de la obra crece tanto a lo ancho que
acaba engullendo el trazo. El material ya no aguanta que lo rayen, que hagan
surcos en él, sino que se traga el dibujo y lo conserva momificado en su
interior. Se asemeja a la resina de aquellas primitivas coníferas que al
brotar del tronco iba devorando todo lo que encontraba a su paso, para darle un
barniz de eternidad. Ésta se llama resina de poliéster. Ha cambiado su color
dorado amarillento por un violáceo frío, cual bloque de hielo que no suda. Su
artificialidad no le quita misterio. En las manos de Chiang el material se
convierte en objeto de lujo. Su tesoro está formado por raíces naturales y
tinta china jugando entre vacíos y enredos, transparencias y negros. Ámbar
artificial que encierra nuestros pensamientos fluyendo en viscoso poliéster.
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