Este último fin de semana he dado un salto a Madrid para
visitar ARCO. Ya de paso visité también Art Madrid y lo recomiendo
especialmente. El espacio es más reducido, también el precio de la entrada (8
euros frente a los 30 de ARCO). Pero las propuestas son mucho más interesantes
y, porqué no decirlo, trabajadas. Aunque no podemos generalizar, si algún
pecado podemos achacarle al arte de ARCO, con numerosas excepciones claro está,
es la falta de elaboración. El hecho de estar en una galería no es suficiente
motivo para dignificar una obra. No basta con tener una idea feliz. La
utilización consciente de los materiales, la sabia manufactura y el cariño por
el proceso es fundamental para conseguir calidad.
No quiero decir con esto que prefiera un arte barroco,
recargado o lleno de detalles. Todo lo contrario. El trabajo constante,
persistente y dedicado nos lleva hacia la pureza y la simplicidad. Lo superfluo
se va limando con las horas de taller. La idea que nos guía se va elaborando,
va tomando forma y se va depurando. El mensaje busca su esencia. Lo accesorio
se simplifica. El arte adquiere dignidad en el taller. Día tras día, año tras
año, obra tras obra, la constancia nos lleva a la madurez. Muy al contrario de
aquellas obras nacidas del espasmo momentáneo, sin sudor ni horas de esfuerzo.
Lucen como las estrellas de la prensa del corazón, famosas hoy y olvidadas
pasado mañana.
Iba durante la visita de ARCO dándole vuelta a estos
pensamientos cuando llegué al stand de la galería Carreras Múgica, de Bilbao.
Allí vi como de repente las ideas se materializaban en la pared. Sobre el muro
había dos dibujos de Chillida, ambos hechos a lápiz sobre papel. El primero del
año 1949. El segundo realizado 35 años después, en 1984. Este último me dejó pasmado.
Tan simple, tan bello. Tan atrevido, tan sobrio. Era una mano, como el
anterior, pero cómo había evolucionado con las horas de taller. Las líneas
superfluas habían desaparecido. Se había convertido en un rastro puro, limpio,
sin dudas, sin excesos. La libertad se había aliado con la sabiduría y del
juego entre ambas había nacido la elegancia. Un guiño a la vista hacía que no
todos los límites estuvieran detallados. Un lleno aquí, un vacío allá, un
hueco, un borde. Nada más y nada menos. Allí me quedé, ensimismado en aquella
mano tan simple y tan difícil. Lleno de sana envidia ante la maestría, el
tiempo voló frente al papel.
Eso es la belleza, lo sencillo es lo mas dificil. Haciendo una analogía con el cine, que fácil parecía un gesto de Chaplin y que dificil imitarlo.
ResponderEliminarJuanjo