viernes, 12 de abril de 2013

+ Tabaco y sexo


El pasado 4 de abril se inauguró en el Rialto Living de Palma una exposición del pintor Joan Bennàssar titulada “Belleza y Pasión”. Los trabajos son obra gráfica del autor: monotipos realizados en el año 2003 y también sus últimos dibujos. El tema que guía la muestra es la mujer como fuente de belleza, magia, poesía y erotismo. Bennàssar trabaja las superficies de forma delicada y sutil. Utilizando la línea como base de sus imágenes, el limitado cromatismo les confiere un halo de eternidad.

Al poco de subir la escalera que conduce al altillo donde se sitúan los cuadros, entre los rostros de mujeres que nos saludan con su sonrisa encontramos una mirada diferente, casi altiva. Se trata de un desnudo fumando. Y ahora que escribo estas líneas recuerdo que esta semana leí en la prensa que falleció Sara Montiel. El periódico rememora su famoso “fumando espero” y no puedo evitar pensar en ella. La mujer del cuadro inclina su rostro hacia un lado como mirándonos de reojo. Está saboreando el placer del tabaco mientras nos ofrece descarada la visión de sus senos desnudos. Sólo un collar y una pulsera la cubren, a modo de fetiche erótico. Se ofrece y al mismo tiempo nos trata con desdén.

Sexo y tabaco muchas veces van de la mano en el arte y en el espectáculo. Ambos tienen que ver con el placer y el deseo. También el vino se asocia con el sexo. No tanto la comida. No recuerdo en este momento ningún cuadro de un desnudo rodeado de grandes manjares para degustar. En todo caso algún bocado exquisito como símbolo de la dulzura del amor. Y es lógico, pues aunque comida, bebida y sexo son impulsos básicos que nos mueven, quién tiene ganas de sexo después de una gran comilona. Más bien nos llama la siesta.

Tradicionalmente el símbolo del erotismo en el arte es la mujer, tal es el caso de la obra que comentamos. El pelo tiene mucho que decir en estas obras. La melena suelta es signo de lujuria, como nuestra joven azul. Recogérselo o cubrirlo con un velo supondría recato y distancia, recelo. El hombre siempre aparece como observador de la obra. No está en ella sino que la disfruta. Quizás en el siglo XXI, que puede ser el siglo de la mujer, descubramos nuevos modos de ver el sexo y ya no sólo sea el cuerpo femenino el que aparezca como objeto sexual. ¿Cómo expresarán ellas el deseo y simbolizarán la pasión de lo físico?







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