viernes, 2 de octubre de 2015

+ La esencia de la vida +

Este verano en la Fundación March de la calle San Miguel se pudo visitar la exposición temporal “Coses, la idea de natura morta en la fotografía i la pintura”, (finaliza el próximo 10 de octubre, todavía estáis a tiempo de verla). En la muestra puede realizarse un recorrido desde el planteamiento  barroco hasta la revisión que hizo del género la fotografía de principios del pasado siglo. Yo soy un ignorante de la historia del arte, pues en la facultad las asignaturas teóricas eran las marías y solían consistir en un debate entre la profesora y una pandilla de analfabetos engreídos, que éramos los alumnos, hablando de lo que desconocíamos y haciéndole la contraria a la catedrática… Dios mío, cuando recuerdo aquella época, qué absurda era la facultad de Bellas Artes, bien es cierto que fieles como eran los maestros a la idea de que “el arte ha muerto”, de Arthur Danto ¡qué podía esperarse!…

Sirva esto de excusa ante todas las barbaridades que hayan aparecido o lo harán en el futuro en este blog y un motivo más por el que no me atrevo a hablar del arte que se hizo más allá de cien años atrás. Sin embargo, sí que he leído sobre un tema cuando me ha interesado, y hubo una época en que el asunto del bodegón español me apasionó. Leí, compré libros y quedé prendado de los cuadros de Juan Van der Hamen y León (1596 - 1631). Nacido en Madrid, hijo de aristócratas holandeses oriundos de Utrech, es uno de los bodegonistas destacados del Siglo de Oro español. En el Prado pueden verse algunos de ellos (en ese tiempo me dediqué a pintar la serie “still life” que podéis revisar en la web). Para mi, el bodegón era una representación del sentido de la vida, expresado con objetos. Porque vivimos rodeados de objetos. Los compramos, acumulamos, limpiamos, sustituimos, regalamos, tiramos,… Y los objetos hablan tanto de nosotros como de nuestra forma de entender la vida. A mi me gustaba el modo de entender la vida de Van der Hamen.

Así que cuando entré en la Fundación March y me topé con dos cuadros del madrileño de origen flamenco, me quedé tieso. Uno representaba unos dulces típicos de la tierra con un cántaro de barro cocido, que posiblemente contenía miel. El otro era un frutero con granadas y otras frutas. Para que entendáis porqué me gustaba tanto Van der Hamen sólo tenéis que compararlo con los dos cuadros de la misma época de pintores flamencos, que figuran en la exposición ¿Qué objetos aparecen? Vasos de cristal exóticos y recargados, vajilla de plata, ostras frescas y pan para acompañarlas. Todo lo que un rico comerciante puede considerar que resume el sentido de la buena vida: lujo, ostentación, sibaritismo, pero sobre todo exclusividad ¿Quién podría costearse unas ostras frescas en el siglo XVII? Los objetos de Van der Hamen son simples, vulgares, cotidianos, al alcance de cualquiera. Pero están contados de una forma tan hermosa que se convierten en la quintaesencia del buen vivir. Ese disfrutar de lo que tenemos a mano con exquisitez, saber dar gracias por lo sencillo y reír, sobre todo reír mucho, pues ¿quién no sonríe después de morder la fruta escarchada con sobrasada que en Mallorca se añade a las ensaimadas por Carnaval? Van der Hamen representa para mi la esencia sabia de esta vida nuestra de sol, granadas y dulces con miel.







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