viernes, 22 de abril de 2016

+ Matemáticas con pincel +

Seguimos hoy escribiendo para artistas que viven en pisos de 50 m2, como son tan habituales ahora, y no quieren convertir la habitación de los invitados en un almacén de cuadros que impida cualquier visita más allá de las 11 de la noche. Hemos hablado de propuestas que caben en un cajón del escritorio (consiguiendo reducir el tamaño y el grueso de los soportes). Pero hay otra solución mucho más sibilina. Consiste en aumentar el tiempo de trabajo. Porque, no nos engañemos, en este mundo acelerado los artistas compartimos el ritmo de nuestros congéneres. Comemos con premura, viajamos a gran velocidad, escribimos telegráficamente, amamos rápido y poco porque estamos muy cansados de tanto ajetreo. Y pintamos un cuadro en una tarde, pues la actividad artística no se sustrae a este frenesí. Claro, a un cuadro por día salen siete por semana, treinta y uno por mes, cientos al año… No hay trastero que asuma este ritmo.

¿Y si cada cuadro fuera fruto de una labor paciente y aplicada? Como la de la naturaleza, que para llegar del reptil al mono, y al homo (sapiens) ha tardado tanto tiempo que tenemos que medirlo en millones de años… Por eso los objetos que fabrica son tan hermosos, porque los ha creado después de un sin fin de pruebas y ensayos. Y siguiendo un patrón oculto y sutil, el matemático.

Cuenta Rafael Araujo (rafael-araujo.com) que de pequeño, allí en Caracas, no le gustaban las matemáticas, porque eran los únicos libros de texto que no estaban ilustrados. Los manuales eran unos aburridos borrones en blanco y negro, plagados de números y letras, sin posibilidad de colorear. Luego, de mayor, estudió arquitectura. Muy pronto comenzó su pasión por convertir la matemática en pintura. Veía espirales por todas partes, y por eso profundizó en el cálculo y la geometría. Araujo representa en sus obras mariposas, figuras geométricas y conchas marinas. De estas últimas os adjunto alguna muestra. Son obras realizadas a mano, aunque hoy en día muchos de sus cálculos podrían ejecutarse con programas de ordenador. Él no se deja seducir por los bits electrónicos, sino que utiliza el lápiz, una regla, escuadra y cartabón, compás, una antigua mesa de dibujo, algo de acuarela o acrílico y mucha paciencia. Linea tras linea, curva sobre espiral, va dando paso a un universo íntimo y misterioso, místico, nacido de la dedicación lenta y precisa. Como la naturaleza lo hace. Como se hacen todas las cosas que merecen la pena, despacio.










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