viernes, 10 de junio de 2016

+ Un mundo sin flores +

Seguimos hablando de flores, porque nos gustan, y este motivo debería ser suficiente. La verdad es que en esta época del año vivimos completamente rodeados de ellas. En los balcones de las casas, los parques, los campos sin labrar, en cualquier rincón las encontramos, y no podemos imaginar un mundo sin ellas (incluso con el inclemente sol de agosto aguantarán las bugambilias y las adelfas, imprimiendo su intenso cromatismo en nuestra retina). Sin embargo, su aparición se remonta a una época relativamente reciente: unos 130 millones de años (los dinosaurios ya llevaban 100 millones más paseando por aquí), y se desarrollaron paralelamente a nosotros, los mamíferos. Así que hasta hace no tanto los seres que poblaban la tierra contemplaban únicamente verdes y pardos, enmarcados en un azul celeste. Imagino que los amarillos, rojos y fuxias los percibirían sólo en los amaneceres y las puestas de sol ¿Os podéis imaginar un mundo sin flores?

Su sentido va mucho más allá de la alegría que nos provoca su juego cromático. Se regalan flores al nacer y al morir, para felicitar un aniversario, al comprar un libro, al visitar un enfermo… En cada uno de esos momentos tiene un significado específico, que en el fondo refiere una actitud positiva ante el acontecimiento. Por eso tantos artistas plasmaron flores en el pasado y siguen haciéndolo ahora. Bobbie Burgers (bobbieburgers.com) es una canadiense que disfruta pintándolas. Utiliza grandes formatos y así, al contemplar sus cuadros, tenemos la sensación de estar inmersos en un jardín. Pero lo que más cautiva de su obra es la frescura del trazo. Burgers se deja guiar por la intuición, que mueve su muñeca en la dirección correcta. Su retina ajusta los tonos en la paleta para conseguir esas armonías que sólo el mundo vegetal es capaz de ofrecer; el juego de su pincel hace todo lo demás. Flores lozanas plasmadas con frescura, esa es la esencia de su trabajo.










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