viernes, 1 de marzo de 2019

+ Una historia tras el cuadro +


A veces tendemos a pensar que las obras maestras tienen un valor en sí mismas, intrínseco, independientemente de los avatares de su invención, o de su tránsito a lo largo de la historia. Y es cierto que una creación artística debe tener calidad para soportar el paso del tiempo, sin ser desechada; pero también la historia que hay detrás de los cuadros les confiere valor. Al fin y al cabo, ¡a los seres humanos nos gustan tanto los relatos! Y en el fondo toda nuestra vida es una novela, que nos contamos a nosotros mismos y recitamos a los demás. Recuerdo que un día que hacía una visita guiada en un museo, para darnos cuenta de la importancia de las narraciones, la guía nos hizo esta pregunta delante de un cuadro de Van Gogh: “¿Y si les dijera que este es el último cuadro que pintó el artista justo antes de suicidarse?¿Lo mirarían con los mismos ojos?”. Seguro que no.

No hace mucho descubrí en la web estas pinturas de cajas que podéis ver más abajo. Están echas con guache sobre papel. El trabajo es delicado y meticuloso, buscando al máximo el realismo, casi fotográfico, de la obra. Incluso los detalles de las arrugas del cartón o los grafismos sobre las superficies parecen muy verídicos. Pensé que se trataba de un artista que había aborrecido los temas tradicionales, por repetidos. No quería pintar más bodegones de frutas o de botellas de cristal. Ni paisajes de ensueño o retratos de su familia. Aburrido de todo, había optado por pintar el objeto más trivial del mundo, una caja de cartón, pero con tal pulcritud y elegancia, que le daba valor de obra artística.

Luego, por curiosidad, indagué sobre la autora: Jeanne Ludeke. Ella, en su web, explica el motivo de estos trabajos (jeanneludeke.com), que nada tiene que ver con el hastío o la apatía. Su madre falleció en el año 2014. Después de la defunción, junto con sus hermanos, tuvo que revisar todas sus pertenencias y enseres. Fue entonces cuando se interesó por las cajas de cartón que usaba su madre para guardar y conservar lo que consideraba importante. Había registrado con etiquetas aquello que contenían. Realmente esas cajas hablaban mucho de su madre, de lo que ella valoraba y deseaba conservar. También de su carácter y su forma de comportarse. Eran una conexión de Ludeke con su familia y su pasado. Dice la artista: “Para mí, las cajas se convirtieron en una metáfora de la transitoriedad del hogar, de la familia y la impermanencia de las cosas”. No aparece en sus cuadros el contenido de las cajas, porque eso pertenecía al ámbito de la intimidad familiar, que no merecía ser violado. El envoltorio ya bastaba para retratar a su madre y su mundo.











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