viernes, 14 de junio de 2019

+ Su color en mis ojos +


No hace mucho Marga, compañera del taller, viajó por Alemania y se vino con un librito del Kulturhistorisches Museum de Rostock. Lo trajo al estudio para enseñármelo y quedé encantado con los paisajes que contenía. Ni que decir tiene que esa misma semana me encargué uno por internet.

La autora es Anna Gerresheim, totalmente desconocida para nosotros. El encanto del volumen es que recoge la obra gráfica de esta artista. En España las imágenes seriadas generalmente no tienen mucho gancho entre el público comprador de arte. En el norte de Europa, en cambio, disfrutan de grandes coleccionistas. Porque este tipo de disciplinas permiten adquirir trabajos de nuestros artistas favoritos a precios mucho más asequibles y, además, las limitaciones que imponen las técnicas de grabado hacen apurar el ingenio de los creadores. Seguramente a nosotros, aquí en el Sur, tan individualistas como somos, no nos hace gracia comprar un grabado o una serigrafía que compartimos con cien o quinientas personas más. Queremos la obra única y exclusiva, sólo para nosotros. No le veo otra explicación.

El atractivo de las obras de Gerresheim radica principalmente en el tratamiento del color. La luz del sur hace que veamos rojos geranio y verdes esmeralda, azules ultramar y amarillos de cadmio. En el norte, en cambio, el sol es suave y discreto, y los colores también. Esos paisajes con tonos azul celeste y gris malva, amarillo limón y verde lechuga, trasmiten nostalgia e intimidad. Bosques silentes con nieblas y brumas, hábitats de ninfas y elfos. Muchas veces cuando quiero huir de nuestros colores, rabiosos y fuertes, sitúo en el taller algún libro como el de Gerresheim a la altura de mis ojos, y dejo que la mirada se contagie de su cromatismo. Así consigo una especie de osmosis entre mi trabajo y el del libro, y los ojos de aquel artista se apoderan de los míos, y pintamos juntos.









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