Confío que la semana pasada tomarais la medicina que os
recomendé y el lápiz haya sido vuestro compañero de fatigas. El dibujo es una
disciplina ineludible. Tradicionalmente se hacía gran hincapié en el encaje, es
decir, en que la proporción del esbozo fuera lo más parecida posible a la
realidad. Y las Escuelas de Arte impartían horas interminables de dibujo con
estatuas de yeso que más adelante mudaban a carne y hueso. Es cierto, la
maestría en el encaje es un gran paso hacia un buen dibujo. Pero desde que se
inventó la fotografía esta maestría pasó a segundo plano, sustituida por la
expresividad. De qué sirve un gran parecido en el retrato si éste no transmite
nada. Así empezó a despreciarse la enseñanza de la Academia y su exigencia de
exactitud.
Sin embargo, y al contrario de lo que pudiera parecer, el
dibujo empezó a rivalizar con la pintura en dignidad y protagonismo. La ventana
que abrió el renacimiento en las telas se había cerrado, vencida por la
fotografía, y había que representar la realidad de un nuevo modo. Ese nuevo
camino lo brindó la línea, que asaltó el lienzo y se hizo la dueña y señora del
lugar. Fue una solución tan acertada que seguimos explotándola un siglo
después. Voy a ver exposición tras exposición en que las obras son dibujos con
algún tono de color. Todos hijos de Matisse, el gran gurú. Pero el maestro no
se limitaba a poner color a un esbozo (¡y qué esbozos!). Jugaba con el pasado
de la Academia, respetándolo a veces, rompiéndolo otras. Un conjunto de tonos
aquí, una tinta plana allá. Una línea aquí, una transparencia y un fundido
allá. Rompía la proporción sin que molestase a la vista. Destacaba lo que le
interesaba y obviaba lo demás.
A continuación reproduzco el óleo “Desnudo, tapiz español”
donde están escritas muchas de las claves de la modernidad. El que quiera
hacerse profesional de este arte e hijo de su tiempo deberá aprender a leerlas.
A su lado reproduzco el dibujo que se encuentra escondido en el lienzo.
Simplemente he eliminado los colores con el photoshop.
Nosotros deberemos andar el camino inverso. Primero
lucharemos porque nuestros dibujos lleguen a esta altura. Luego daremos el
salto al color.
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