Uno de los máximos exponentes del expresionismo abstracto
americano es Mark Rothko. Su obra forma parte de una las corrientes artísticas que
dieron un vuelco a la pintura del siglo XX. En su caso la novedad radicaba en la relación
activa que se establecía entre el espectador y la obra. Sus campos de color
atraían al observador hacia su luz envolvente. El trabajo de Rothko está colmado
de intensidad cromática.
Sin embargo el final de la vida de este autor coincide con
el ocaso de esta luz. Sus obras se oscurecen, se ennegrecen. Mucho se ha
discutido sobre si este hecho era un reflejo de la grave depresión que estaba
sufriendo y que le llevó al suicidio. Donde se percibe mejor este silencio es
en la “Houston Chapel”. Es una capilla construida en la St. Thomas Catholic
University de Houston. John y Dominique de Menil le encargaron al pintor en
1965 unos murales de gran formato que acompañarían el templo que iban a
edificar allí. La iglesia ecuménica se construyó según las estrictas
directrices del pintor. La escultura “The broken Obelisk”, de Barnet Newman,
fue adquirida por el matrimonio De Menil en 1969 y se situó frente a la
capilla. Esta obra estaba dedicada a la memoria de Martin Luther King, que
había sido asesinado el año anterior. Su autor, al igual que Rothko,
fallecieron en 1970 y por lo tanto ninguno de los dos estuvo en la consagración
del recinto el 26 de febrero de 1971, exactamente un año después de la trágica
muerte del pintor.
Estas fueron las palabras de Dominique de Menil en el discurso
de dedicatoria: “Creo que las pinturas nos dirán a cada uno lo que debemos
pensar de ellas si les damos una oportunidad… A primera vista puede que nos
decepcione la falta de atractivo de los cuadros que nos rodean. Pero cuanto más
convivo con ellos, más impresionada estoy. Rothko quería conferir a sus
pinturas el máximo vigor posible, un vigor que sólo consiguió arrancarles del
alma. Quería que fueran íntimas e intemporales. Y en verdad lo son. Nos
envuelven sin encerrarnos. Sus superficies oscuras no paralizan la vista…
Vivimos acribillados por imágenes y sólo el arte abstracto puede conducirnos al
umbral de lo divino. Rothko necesitó un gran valor para pintar cuadros negros
como la noche. Pero creo que ahí justamente residía su grandeza…”
En estos días que escuchamos tambores de luto por las calles
del centro de Palma y nos cruzamos con penitentes al voltear la esquina somos
más conscientes del hecho de que el sufrimiento forma parte de la vida. Alegría
y dolor se entrecruzan en el camino. Desde siempre el hombre ha necesitado dar
expresión a su duelo. El cristianismo tradicionalmente lo muestra de forma
viva, sin velos, con el Cristo sufriente y la Virgen Dolorosa. La era moderna
busca nuevas formas de plasmar el drama humano. Los silencios y oscuridades de
Rothko nos hablan también de la crudeza de la muerte.
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