La semana pasada leía en el periódico una noticia sobre el
pintor Domingo Zapata a raíz de su próxima exposición en la Bienal de Venecia.
Desconocía su trabajo y su biografía, pues resulta que es un pintor mallorquín.
Este hecho hizo que me picara la curiosidad y estuve investigando sobre su
historia y su obra. Actualmente tiene 38 años y a los 17 abandonó la isla para
marchar a Londres. Allí inició un largo periplo que finalizó en Nueva York,
donde tuvo que abrirse camino con esfuerzo y trabajo. Le ayudó su carácter
extrovertido y conquistador. De hecho, actualmente es un habitual de la prensa
del corazón de aquellos lares y se le atribuyen romances con algunas de las
bellezas más destacadas de Hollywood.
Zapata tiene un trabajo pictórico lleno de garra y
personalidad, al igual que su carácter. Podríamos decir que bebe del mundo del
grafitti o, como dicen más finamente los críticos, del street art y del pop.
Algunos le han llamado el Andy Warhol español, pero no sabemos si es por su forma
de trabajar o por su estilo de vida, refiriéndose al estudio “The Factory” por
donde pasaba gente del mundo del cine y la cultura, además de las mujeres más
bellas del momento.
El pintor isleño utiliza a menudo el collage en su trabajo y
voy a centrarme en esta parte de su obra. Más abajo podéis ver cuatro cuadros
donde el hecho de haber adherido una fotografía le da sentido al conjunto.
Cuando utilizamos fotos de revistas tenemos que superar dos problemas. Por un
lado deben quedar integradas en el conjunto, como si vivieran allí de forma
natural, sin artificio. Esto se puede conseguir de diversos modos; por ejemplo
buscando la armonía de los tonos. Es el caso de la pintura de Marylin, donde la
foto en blanco y negro vive en un espacio monocromo que parece una continuación
de ella misma. La composición es excelente, rodeando a la artista de un vacío
premonitorio, añade un bocadillo a modo de cómic, único detalle a color, donde
escribe “I love you papi”. Resume la vida de la actriz, sexo y soledad, en un cuadro.
Otra forma de integrar la foto es jugando al contraste, como hace con la Mona
Lisa torera. La suavidad de la piel y los degradados aterciopelados fruto de la
maestría de Da Vinci están acompañados de colores planos y pincelada dura y
directa. El juego irreverente con el icono del arte por antonomasia es
sensacional. Los otros dos cuadros que presento también integran las fotos uno
por la armonía de colores y el otro por el contraste en la pincelada y los
matices, ¿adivináis cuál es cual?
El segundo problema al que nos enfrentamos cuando utilizamos
fotos es el del paso del tiempo. Los colores del couché están condenados a
desaparecer. ¿Habéis revisado recientemente vuestro álbum de la primera
comunión? Os habréis sorprendido cómo aquellas fotos han perdido casi
completamente su color (el mío, que ya tiene los 30 años cumplidos, es un
lejano reflejo de lo que fue ¡Y eso que el álbum está habitualmente cerrado y
las instantáneas no se exponen a la luz!). Sólo el blanco y negro soporta el
paso de los años. Conservo colgada de la pared de mi habitación una foto de
familia numerosa de mis padres en que mi madre me sostiene a mí en brazos,
recién nacido, junto a mi padre y rodeada de mis hermanos, tan nítida y clara
como el día que se positivó. Los pigmentos químicos que utilizamos al pintar
están preparados para soportar el envejecimiento, pero no así los del papel
couché. Un barniz acrílico protector aumentará un poco su longevidad, pero
debemos ser conscientes de lo efímero de estas imágenes. Posiblemente Zapata,
con los 150.000 euros de media en que están valorados sus cuadros, utilice
fotos impresas en estudios profesionales en que este problema ha sido analizado
y solventado.
Para ver más trabajos de Zapata podéis visitar:
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