jueves, 13 de junio de 2013

+ Los collages de Zapata

La semana pasada leía en el periódico una noticia sobre el pintor Domingo Zapata a raíz de su próxima exposición en la Bienal de Venecia. Desconocía su trabajo y su biografía, pues resulta que es un pintor mallorquín. Este hecho hizo que me picara la curiosidad y estuve investigando sobre su historia y su obra. Actualmente tiene 38 años y a los 17 abandonó la isla para marchar a Londres. Allí inició un largo periplo que finalizó en Nueva York, donde tuvo que abrirse camino con esfuerzo y trabajo. Le ayudó su carácter extrovertido y conquistador. De hecho, actualmente es un habitual de la prensa del corazón de aquellos lares y se le atribuyen romances con algunas de las bellezas más destacadas de Hollywood.

Zapata tiene un trabajo pictórico lleno de garra y personalidad, al igual que su carácter. Podríamos decir que bebe del mundo del grafitti o, como dicen más finamente los críticos, del street art y del pop. Algunos le han llamado el Andy Warhol español, pero no sabemos si es por su forma de trabajar o por su estilo de vida, refiriéndose al estudio “The Factory” por donde pasaba gente del mundo del cine y la cultura, además de las mujeres más bellas del momento.

El pintor isleño utiliza a menudo el collage en su trabajo y voy a centrarme en esta parte de su obra. Más abajo podéis ver cuatro cuadros donde el hecho de haber adherido una fotografía le da sentido al conjunto. Cuando utilizamos fotos de revistas tenemos que superar dos problemas. Por un lado deben quedar integradas en el conjunto, como si vivieran allí de forma natural, sin artificio. Esto se puede conseguir de diversos modos; por ejemplo buscando la armonía de los tonos. Es el caso de la pintura de Marylin, donde la foto en blanco y negro vive en un espacio monocromo que parece una continuación de ella misma. La composición es excelente, rodeando a la artista de un vacío premonitorio, añade un bocadillo a modo de cómic, único detalle a color, donde escribe “I love you papi”. Resume la vida de la actriz, sexo y soledad, en un cuadro. Otra forma de integrar la foto es jugando al contraste, como hace con la Mona Lisa torera. La suavidad de la piel y los degradados aterciopelados fruto de la maestría de Da Vinci están acompañados de colores planos y pincelada dura y directa. El juego irreverente con el icono del arte por antonomasia es sensacional. Los otros dos cuadros que presento también integran las fotos uno por la armonía de colores y el otro por el contraste en la pincelada y los matices, ¿adivináis cuál es cual?

El segundo problema al que nos enfrentamos cuando utilizamos fotos es el del paso del tiempo. Los colores del couché están condenados a desaparecer. ¿Habéis revisado recientemente vuestro álbum de la primera comunión? Os habréis sorprendido cómo aquellas fotos han perdido casi completamente su color (el mío, que ya tiene los 30 años cumplidos, es un lejano reflejo de lo que fue ¡Y eso que el álbum está habitualmente cerrado y las instantáneas no se exponen a la luz!). Sólo el blanco y negro soporta el paso de los años. Conservo colgada de la pared de mi habitación una foto de familia numerosa de mis padres en que mi madre me sostiene a mí en brazos, recién nacido, junto a mi padre y rodeada de mis hermanos, tan nítida y clara como el día que se positivó. Los pigmentos químicos que utilizamos al pintar están preparados para soportar el envejecimiento, pero no así los del papel couché. Un barniz acrílico protector aumentará un poco su longevidad, pero debemos ser conscientes de lo efímero de estas imágenes. Posiblemente Zapata, con los 150.000 euros de media en que están valorados sus cuadros, utilice fotos impresas en estudios profesionales en que este problema ha sido analizado y solventado.

Para ver más trabajos de Zapata podéis visitar:








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