Sabéis los que venís al taller que aquí tenemos nuestra
propia Musa del arte que nos inspira. Está en el jardín como una
reina y nos mira con el rabillo del ojo, sugiriendo líneas más sutiles o
colores más armónicos. Desde su pedestal dirige las ofrendas para que la
inspiración nos sea propicia. Sus manos, como las nuestras, trabajan con la
tierra pero se dirigen al cielo, se ensucian con los pigmentos buscando la
armonía, incansables pasan las horas pues con la experiencia viene la destreza
y con ella la seguridad y el placer del buen hacer.
Sabéis los que venís al taller que a nuestra querida Musa le
espantan los calores. En cuanto siente los sudores comienza a inquietarse.
Queremos retenerla pero no podemos, la fuerza del mar es más fuerte. Así que
como cada año nos vamos con ella hacia la orilla a refrescarnos. Aquí ya las
líneas son rayas, las sombras, borrones. Los colores sucios se apoderan de los
lienzos y la inspiración no llega ni aún revisando los libros de los grandes
maestros. Hay que marcharse con la Musa a otra parte.
Sabéis los que venís al taller que nuestra Musa particular
volverá en septiembre, cuando se sacie de luz y de sal. Aquí estaremos de nuevo
con los ojos llenos de ideas y las manos frescas para contarlas. Hasta entonces
os deseamos que no dejéis de trabajar porque si la Musa está junto al mar, allí
es donde los dibujos saldrán con más frescura y acierto. Nos vemos de nuevo muy
pronto, pues los buenos momentos son los que más deprisa se vuelven recuerdo,
que los disfrutéis.
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