Es una suerte para nosotros vivir en una tierra tan llena de
arte. Mallorca rezuma artistas en todas sus orillas. Será que sus luces y
azules vibran en nuestra mente y nos inspiran. Será que los que vivieron atrás
siguen su trabajo con nuestras manos. Y así, en muchos pueblos de la isla
encuentras galerías de arte con obra de reconocidos maestros o exposiciones
temporales de gran calidad. Además, espacios significativos han sido
restaurados o habilitados para tales eventos y le dan a la obra un nuevo
significado y resonancia.
Estuve unos días de vacaciones en la costa de Pollença y
pude disfrutar de los encantos de la villa. En el sobrio y elegante
claustro del antiguo convento de Sant Domingo se celebra un conocido festival de música. La iglesia del monasterio ahora ya no se utiliza para celebraciones
litúrgicas sino que acoge diferentes muestras artísticas. Del 20 de julio al 15
de septiembre (todavía estáis a tiempo de verla) Amparo Sard expone su
instalación titulada “paisaje umbrío”.
Al abrir la puerta del templo uno titubea antes de entrar,
pues todo está oscuro. La luz que todavía tienes a tu espalda te empuja
adelante, hacia adentro. Cuando la puerta se cierra tras de sí por el mecanismo
del muelle te encuentras ante un espacio de dimensiones desconocidas, pues el
luto se apoderó de las paredes. Sólo en el centro se halla una forma de luz que
te atrae y te guía. Parece el tronco de un almendro gigante, pero su ser ha
trasmutado en luz: es transparente. No te atreves a alejarte mucho por el miedo
a tropezar con algún objeto que no percibes. Si la vista ha sido cercenada, el
oído se expande. Suena una música gregoriana que con la acústica de la iglesia
te penetra hasta la médula. Al llegar al tronco te permites mirar a tu espalda
y ves cómo unas proyecciones caleidoscópicas en tonos grises se dibujan sobre
la pared opuesta. Su significado es desconocido, esotérico.
Amparo describe la obra de este modo: “es por la base de un
almendro (luz) que se penetra en la ciudad misteriosa de Luz, que es una
estancia de inmortalidad”. La “ciudad de Luz” es el lugar donde viven los que
son y serán para siempre. Pero en un mundo en devenir constante donde todo lo
que es dejará de ser y nada hay que resista el olvido, ¿existe esa ciudad? Así
lo creyeron los constructores de la iglesia, así lo queremos creer todos. El
deambular a oscuras dentro del templo es un símil de la vida misma, sus
inseguridades y pesares. Poco a poco se nos van acostumbrando los ojos al lugar
y ya distinguimos alguna columna al fondo, aquí el escalón del altar, allá las
capillas y los santos. También en la vida nos sucede algo similar. Con el paso
del tiempo se nos acostumbra la vista y distinguimos lo sensato de lo estúpido,
lo inútil de lo que vale la pena. Pasear un día soleado por el mercado de
Pollença y entrar a ver una exposición está dentro de esto último.
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