viernes, 6 de septiembre de 2013

+ Paisaje umbrío

Es una suerte para nosotros vivir en una tierra tan llena de arte. Mallorca rezuma artistas en todas sus orillas. Será que sus luces y azules vibran en nuestra mente y nos inspiran. Será que los que vivieron atrás siguen su trabajo con nuestras manos. Y así, en muchos pueblos de la isla encuentras galerías de arte con obra de reconocidos maestros o exposiciones temporales de gran calidad. Además, espacios significativos han sido restaurados o habilitados para tales eventos y le dan a la obra un nuevo significado y resonancia.

Estuve unos días de vacaciones en la costa de Pollença y pude disfrutar de los encantos de la villa. En el sobrio y elegante claustro del antiguo convento de Sant Domingo se celebra un conocido festival de música. La iglesia del monasterio ahora ya no se utiliza para celebraciones litúrgicas sino que acoge diferentes muestras artísticas. Del 20 de julio al 15 de septiembre (todavía estáis a tiempo de verla) Amparo Sard expone su instalación titulada “paisaje umbrío”.

Al abrir la puerta del templo uno titubea antes de entrar, pues todo está oscuro. La luz que todavía tienes a tu espalda te empuja adelante, hacia adentro. Cuando la puerta se cierra tras de sí por el mecanismo del muelle te encuentras ante un espacio de dimensiones desconocidas, pues el luto se apoderó de las paredes. Sólo en el centro se halla una forma de luz que te atrae y te guía. Parece el tronco de un almendro gigante, pero su ser ha trasmutado en luz: es transparente. No te atreves a alejarte mucho por el miedo a tropezar con algún objeto que no percibes. Si la vista ha sido cercenada, el oído se expande. Suena una música gregoriana que con la acústica de la iglesia te penetra hasta la médula. Al llegar al tronco te permites mirar a tu espalda y ves cómo unas proyecciones caleidoscópicas en tonos grises se dibujan sobre la pared opuesta. Su significado es desconocido, esotérico.

Amparo describe la obra de este modo: “es por la base de un almendro (luz) que se penetra en la ciudad misteriosa de Luz, que es una estancia de inmortalidad”. La “ciudad de Luz” es el lugar donde viven los que son y serán para siempre. Pero en un mundo en devenir constante donde todo lo que es dejará de ser y nada hay que resista el olvido, ¿existe esa ciudad? Así lo creyeron los constructores de la iglesia, así lo queremos creer todos. El deambular a oscuras dentro del templo es un símil de la vida misma, sus inseguridades y pesares. Poco a poco se nos van acostumbrando los ojos al lugar y ya distinguimos alguna columna al fondo, aquí el escalón del altar, allá las capillas y los santos. También en la vida nos sucede algo similar. Con el paso del tiempo se nos acostumbra la vista y distinguimos lo sensato de lo estúpido, lo inútil de lo que vale la pena. Pasear un día soleado por el mercado de Pollença y entrar a ver una exposición está dentro de esto último.


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